martes, 6 de junio de 2017

Reserva de Los Guatuzos-Desconexión


Ya montada en el barco hacia la Reserva de Los Guatuzos, cargado de mercancías y de lugareños, era, otra vez, la única extranjera. Rápidamente el barco se llenó y los marineros y algunas personas empezaron a colocar sus hamacas para descansar en el viaje de cuatro horas. (¿Dónde está mi hamaca?!!!!)


Se me pasó rápido. A mitad de camino hicimos una parada en una pequeña isla llamada Chichicasti para tomar una sopita de pescado.


Allí un chico empezó hablar conmigo y me dio de probar una bebida llamada chicha, elaborada con maíz, un kilo de azúcar y con algún colorante estrambótico. Un sabor interesante, pero empalagoso…


Ya montados de nuevo, dos marineros empezaron a hablar conmigo sobre diversos temas y me uní a ellos en la parte de arriba. Allí había un par de personas más. No hacía mucho sol pero la claridad me quemó.


Entrando en el río Papaturro teníamos que ir esquivando las ramas que se interponían en nuestro camino. Un paisaje, una vez, exuberante y magnífico, plagado de enormes caimanes.

Dejé, de nuevo, el bullicio de la gente para internarme en la Reserva de los Guatuzos, un lugar sin internet, sin cobertura, dónde pasé dos magníficos días.


En el muelle me esperaba Murillo, el que iba a ser mi guía.


Me llevó al campamento dónde dormí acompañada de los grillos y los sonidos salvajes de estos humedales dónde los zancudos, eran los dueños del lugar.



Pasé una bonita tarde con él y Sonia, una chica de 26 años que vive en una de las aldeas de aquí y que lleva 7 años en la reserva trabajando de voluntaria mientras estudia contabilidad en San Carlos cada 15 días. Hablamos de ranas, serpientes, lagartos y lagartijas. Les enseñé todas las fotos de los animales que hice. Estaban bastante interesados.

Murillo se ausentó un momento y me trajo a la ranita Blue Jeans sobre una hoja. Venenosa. Me contaron que algunas ranas de por sí no son venenosas y crean su veneno a base de los insectos y de las hormigas de las que se alimentan, ya que hay ciertos insectos con bastante veneno, sobre todo las odiosas hormigas.


Después acompañé a Sonia hasta su casa. Anduvimos a lo largo del río Papaturro y me mostró a un pez que se ha convertido en una plaga y acaba con los demás. No tiene depredador y le llaman el pez Diablo. Sobrevive bastante tiempo fuera del agua y es tan duro como una piedra, además de feo.


Y aquí tenemos a la hoja corazón del Diablo, nada que ver...


Antes de que si hiciera de noche volví al campamento dónde descansé y me relajé a la luz de una vela.


A la noche, me fui con Murillo a dar un paseo nocturno para descubrir alguna ranita e insecto. 




Durante el paseo pude ver a mi primera serpiente venenosa, una cría de terciopelo, avanzando elegante y suavemente entre las hojas. Si te muerde y no llegas a tiempo al hospital para el antídoto te mata... No sé quién estaba más nervioso. Pero la cámara se me calentó y se rompió la tarjeta de memoria.


Al día siguiente, pronto, me fui con Murillo para hacer el Tour que contraté por la reserva.


Un paseo muy agradable en el que aprendí muchas cosas. Me mostró orquídeas que huelen a coco…


Vi bonitas flores de la familia de las heliconias…


...minúsculos caracoles buscando el sol después de las lluvias...



…tortugas de río…


..caimanes pequeñitos mostrándome sus filados y pequeños dientes…



Éstos los tenían para estudios, luego cuando son adultos los vuelven a soltar al río.

Subimos a un puente colgante que no pudimos atravesarlo del todo porque el huracán Otto que pasó en diciembre destrozó parte del puente (y del bosque). Allí pude coger una flor, esa que se usa para el perfume Chanel nº5 con un olor espectacular, mucho mejor que la del perfume en sí.




Este es el Río Mojo Huevo. Me contó que su nombre se debe a que antes, cuando no existía el puente que comunicaba ambas orillas del río, los hombres tenían que cruzarlo andando y para no mojarse se quitaban los pantalones y se mojaban los...


Durante la caminata se veían y escuchaban a los monos aulladores o congos, ya bien vistos a lo largo del viaje y a los traviesos monos cariblanca haciendo de las suyas.


Yo estaba buscando ranitas en los huecos de las hojas y en lugar de eso...


...me encontraba con numerosas orugas de bonitos colores y formas.


Después de un paseo de dos horas llegamos a la reserva. Me eché una gran siesta, contenta por el gran paseo con Murillo y por sus conocimientos que absorbí en cada paso que daba.

Por la tarde me fui con Sonia a dar una vuelta. Me quería mostrar los caminos de su pueblo y alguna comunidad.





Con ella también aprendí nuevos nombres de árboles. Una chica con bastantes inquietudes con la que pasé tres entretenidas horas paseando, hablando y fotografiando insectos.





Ella buscaba en una zona y yo en otra. Nos lo pasamos muy bien!


En esta casa había una flor muy peculiar, llamada cresta de gallo.


Por el camino íbamos recogiendo frutas que nos regalaba la Tierra.


Finalizamos en su casa dónde me quedé un rato charlando con su familia. Tiene un hijo y una hija muy guapos y una madre super simpática.

Por la noche me fui a dar un paseo con Gerardo el guarda de esa noche del parque con el que vi alguna ranita, una mariposa recién nacida colgada en mitad de la noche sorprendida por el foco de la linterna, algún insecto poderoso y un mamífero en la rama de un alto árbol.





Lo pasé muy bien estos días aquí: relajada, tranquila y desconectada. Me llevo una gran experiencia gracias a Sonia, Murillo, Gerardo y Óscar con el chico que me comuniqué para organizar todo. Buena gente con la que te encuentras en el camino

A la mañana siguiente cogí el barco de las 8am para San Carlos cargado de plátanos.


El viaje lo pasé dormida. No llegué para coger el barco que me llevaría a mi próximo destino porque estaba lleno. Tuve que esperar un par de horas para coger el siguiente que me llevaría a El Castillo, un pueblo situado en las orillas del Río San Juan.

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