miércoles, 19 de julio de 2017

El Progreso: Fam. Fernández, Reforestación y Lapa Verde


Después de dejar atrás al bonito y encantador pueblecito de Estelí me quedé un par de días en la bella Granada, descansando, paseando y disfrutando. Lamentablemente no pude quedarme tranquila en mi hostal porque el dueño era un hombre bastante pesado e indiscreto y preferí evitar a ese señor lo más que pude.

Descubrí el Museo del Cacao, callejeando por Granada, donde me dejaron probar distintos pedazos de chocolate y las diferentes formas del cacao: en té, en café, en licor, en vino… Y, finalmente, probé un riquísimo batido de chocolate puro con vainilla, canela y miel. Excelente, delicioso, refrescante…


Llegó el día en que tuve que despedirme de Nicaragua y pasar frontera, nuevamente, a Costa Rica. El viaje hasta la frontera no duró demasiado. Después de hacer los trámites pertinentes y esperar 3 horas al bus, acompañada de una curiosa y extraña ardilla, llegué sana y salva a El Progreso, un destino campestre.


El Progreso es un pequeñito pueblo, con poca cosa, de unos 400 habitantes, donde la electricidad llegó casi en el año 2010. ¿Lo mejor de aquí? Todo lo que viví e hice, pero sobre todo las personas que tuve el placer de conocer y con la que conviví dos maravillosas semanas. Una gran familia.

Al bajarme del autobús, me encontraba en la calle principal, vacía. Allí me estaba esperando Magda, la profesora de la escuela de El Progreso. Me invitó a pasar a su casa para presentarme a sus hijos e incluso nietos! Aquí las chicas tienen hijos a muy temprana edad. Me invitó a comer un delicioso arroz, acompañado de plátano y una sopa de res. Hablamos un poco y quedamos que en el fin de semana daría la charla de la lapa verde en la escuela. Ella se encargaría de avisar a los padres y madres.


Me ayudaron a activar una tarjeta para mi teléfono, pero mi móvil no recibe bien la señal. No debe de estar acostumbrado a estos lugares sin WiFi. Durante mi tiempo aquí he estado con muy poca cobertura y prácticamente incomunicada. No me importó tanto no tener internet. A veces cogía señal cuando estaba en la finca, con los arbolitos y con eso me bastaba.

Magda intentó contactar con la familia con la que me iba a quedar y me vinieron a buscar. Fue a Ernesto al primero que conocí. Me llevó a la casa de Don Mercedes por un caminito de tierra lleno de baches y piedras.


Allí me presento a su mujer Audi y a su hija Yariela.


Estuvimos hablando de todo un poco mientras ellos comían el plato estrella: Gallo Pinto (arroz con frijoles).


Esta gente come lo mismo para desayunar que para comer o cenar. Para diferenciarlo un poco, en ocasiones, echan al gallo pinto aguacate, carne, queso o cuajada. Pero los alimentos principales son los frijoles y el arroz. Me parece bastante aburrido comer todos los días lo mismo, por ello le dije a Magda que me hiciera una compra con mis alimentos básicos y así poder comer mis frutas y verduras. Sólo el último día comí lo que ellos comen: arroz con pobre cerdo frito, patacón (plátano aplastado frito) y puré de frijoles. Una muestra.


 Me quedé en la casa de los abuelos.


La familia de Ernesto está construyendo una preciosa casa y por mientras están también en esta. Un día me la enseñaron. Audi me la mostraba orgullosa.


Con sus preciosas vistas a los volcanes y montañas y un lindo jardín lleno de plantas.


Los otros miembros de la familia tenían casitas más auténticas, la casa de Audi destaca entre las otras.


Esta era la habitación dónde dormí. Una cama durilla, pero buena para mi espalda!


La mayor parte de las mañanas he estado yendo a un terreno que compró Andreas, un amigo de Berlín, con el objetivo de reforestarlo para ayudar a amortiguar la desaparición de la Lapa Verde, una especie de loro, que está en peligro de extinción.

Pasados unos días fui a dar una charla a la escuela.


Me imaginé que habría más gente. Mis dos semanas aquí coincidieron con las vacaciones de la escuela entonces los chiquillos, que aquí los llaman wilas, estaban más a su bola, pero hubo gentecilla: niños y niñas, con alguno de sus padres.


La verdad no estaba nada nerviosa, la mitad de los niños miraba al vacío y creo que ni me escuchaban.


Sólo los niños que me conocían me miraban y alguna madre asentía con curiosidad.


Me lo pasé bien mientras hablaba sobre este pájaro. Algo que llevaba estudiando todo este tiempo durante mi viaje y quería quitarme de encima.


Aun así a la gente que me he ido encontrando y me preguntaban qué hacía aquí, también les he dado la charlita de la Lapa Verde. Nadie se libraba. Dejé mi cámara al hijo de la profesora que me dijo que sabía usarla.....................

Yariela trajo a los niños y nos llevó a casa de vuelta en carro.


El primer día que fui a la finca de Andreas me acompañó Cobert, un hombre muy simpático.


Él me estaba esperando a las 6:45 y mientras yo me alistaba (preparaba) me preguntaron con qué calzado iría. Pensé ir con mis zapatillas. No tenía otra cosa y la gente que estaba allí, al verme tan segura de mi decisión, no hice más que provocar la risa de los que escucharon. Audi me prestó unas botas para ir al monte que así acababan todos los días.


El camino de unos treinta minutos, atravesando el fango que, en ocasiones, me dejaba atrapada sin poder sacar la bota, fue complicado. Me acordé de mis zapatillas. Un camino duro, aunque terminé por acostumbrarme, pero no dejó de ser agotador. Las botas pisaban por distintos terrenos.


Estaba contenta de volver a caminar por el monte y...







...de descubrir nuevas flores silvestres.


Como éstas, parecían que estaban pintadas.


Todos los días veía las mismas vacas de la familia. De las que bebía la rica leche recién ordeñada.



De lo único que tenía miedo de allí eran las terciopelos. Me habían avisado de que solían verse, no muy a menudo, pero sí se veían. Sólo fui acompañada una vez por Cobert, el resto de las veces andaba sola ida y vuelta, sin machete, expuesta al peligro… Nada malo me pasó. Pienso que es raro ver a esos bichos. Ojalá hubiera visto una!!! Los últimos días en la casita de Elki, arriba en la colina, por dónde pasaba todos los días..


...me dejaron un machete, por si me encontraba con alguna...


Caminaba, ahora sí, segura...


Cerca de la casa, Dinia se econcotró, durante el tiempo que estuve allí, una enorme. Pero ellos están acostumbrados a verlas.


Entiendo que las tengan que matar. Hay muchos niños que andan correteando por allí y ya no solo por ellos. Son mortales para todos. Aquí la gente siempre anda con botas altas, no solo por el fango, si no por las serpientes. A mí eso me dio cague, pero creo que he estado en sitios peores… Otros días se mandaban fotos de serpientes que se encontraban en sus casas con la panza llena. Pero yo seguía sin ver ninguna viva!!!

Mis primeras tareas en la finca de Andreas eran fotografiar los arbolitos plantados, los que ya tenía y los nuevos que sembramos.



Él tiene una página web en la puedes apadrinar un árbol (al igual que se hacen con los niños). Y puedes ver el seguimientos online de ese árbol e incluso, si vas a de vacaciones a Costa Rica, puedes ir a visitar “tu árbol”. A mí me parece algo bonito lo que hace por el Planeta Tierra y más aun por este ave del que sólo quedan 100 parejas reproductoras en todo Costa Rica. Me dijo que para los que estuviesen interesados tienen un descuento de 7 euros con el código "losviajesdemaki" en los próximo 14 días. La página está en alemán, pero el sabe hablar español y le podéis mandar un correo. Este es el enlace:
  

Otros días, aparte de hacer fotos, sembré numerosos tipos de árboles, entre los que se encontraba el almendro de montaña, el favorito de la lapa verde. Este es el árbol que Andreas me regaló, elegí un almendro de montaña que...


...poco a poco, con el paso de las décadas, podrá formar un lugar para una pareja de lapas.


Hubo días duros en la finca en los que llovía y el sudor se confundía con las gotas de la lluvia. Otros días tenía que luchar contra la gran cantidad de zancudos que me picaban por todo mi cuerpo porque se me olvidaba el repelente y...


...no solo sufría por los mosquitos, también había unos bichitos llamados Bocudos o algo así que te muerden, no los sientes y te dejan un punto rojo. Y por si fuera poco, si no me fijaba dónde me apoyaba, podía llenarme en un segundo de pequeñas hormigas carnívoras y tampoco me libré de la picadura de una abeja en el culo.

Normalmente trabajaba con Ariel, hijo de Corbert. Me acompañaba a buscar los árboles que necesitaba fotografiar.



Para mí era bastante complicado encontrar las estacas numeradas entre tanto árbol, ramas y hojas.


Con él también sembré. El hacía el agujero en el suelo y yo introducía el arbolito y lo tapaba.


Largas horas pasaba acompañada de Ariel con su silencio.


Sólo se oía el ruido de la pala. Con Cobert era más entretenido, al menos hablaba conmigo!


Mientras tanto, Cobert y su otro hijo Rony, se dedicaban a chapear el terreno para acomodar más árboles en una nueva parte que todavía no estaba preparada para ser sembrada.


Todo acabó siendo sembrado, ahora necesitan un dueño!!!


El manejo que tenían del machete era muy auténtico. Aquí los niños no nacen con una barra de pan bajo el brazo, nacen con un machete!


No todo eran árboles y barro. También durante mi tiempo en la finca pude admirar insectos, como los que a mí me gustan, mientras descansaba...


Este me dejó loca...


...al igual que esta bonita libélula.


Cerca de la finca se encuentra la casa de Darío y Patricia (hija de Don Mercedes) con su hijo Kenny.


Ella tiene un pequeño vivero de dónde cogimos muchos de los árboles que plantamos. La mayoría de los arbolitos vienen de allí, otros los recogíamos de la casa de Magda, la profesora y otros estaban en un vivero que hay más cerca de la finca. Siempre iba Cobert con su caballo, al que llamaba Payaso.


Después de mi trabajo en la finca, desde las 7 hasta las 2 de la tarde, a veces me iba antes, llegaba llena de barro hasta las orejas y lo único que quería era una ducha de agua fría y tirarme en el piso para descansar. Eso rara vez fue posible, los niños me estaban esperando… En ocasiones me quedaba un rato allí con mi escasa señal de internet para comunicarme con el mundo.


A lo lejos se escucha: “Belén, Belén, ya ha llegado!”. Al menos me dejaban ducharme.


Nunca llegué a aburrirme. Me pasaba todas las tardes siempre haciendo distintas actividades.


Con los niños que más relación tuve, fue con los inteligentes weslis Yaslin y Wesley hijos de…



…Maricel y Javier.



Y con la adorable Margy hija única de…



…Denia y Melki.



También andaba el más pequeño de la familia Emersón con su madre Eylin de 23 años.


Los primeros días conocí a la curiosa Alisson que con Wesley hacían muchas trastadas...


...hija de Migdalia.


Alisson quiso volver para despedirse de mí.


Y de vez en cuando venían Luis Carlos, muy preguntón, y la tímida Sherly para unirse a nuestros juegos.


Les enseñé aquel que aprendí cuando era pequeña con un mecate (cuerda). A los cuatro días todos los niños sabían hacer todas las formas y cuando se aburrieron…


…buscaron una cuerda más grande para…


…saltar a la comba.


También les ponía a dibujar y...


....a veces Yariela, se unía. Ella dibuja muy bien y le regalé algún lápiz, media goma especial y medio difuminador para que avanzara con sus bonitos dibujos. Yo mientras me entretuve haciendo un mandala...


 A los niños les gustaba mucho utilizar mis pinturas acuarela y acababan pintándome entera y…


…  yo también les pintaba, me pedían que les dibujara cosas, sobre todo animales. Eso ocurrió cuando vieron mi tatuaje del elefante. A la abuela no le hacía gracia que les pintara.


Aprovechando los colores les enseñaba su nombre en inglés. Siempre intentábamos sacar algo productivo de todo.

Ayudé a los Wesley a diseñar unos experimentos para su primer día de escuela después de las vacaciones y después me quedé hablando largo y tendido con sus padres sobre España, Alemania y las diferencias que tenemos de hora, de comida y de cultura.


Otras veces los niños me traían frutitas que había en la finca para que probara, su fruta favorita es el mamón o…


…nos dábamos paseos por la finca. La verdad es que la casa sin niños no hubiera sido lo mismo. Siempre escuchar sus risas y bromas. Ellos decían: "Qué legal" o "qué chiva!" cuando algo es bonito o muy bonito.





Me enseñaron un tucán a lo lejos...


Me hacían peinados y se peleaban por peinarme cuando salía de la ducha. Tenía peluqueros particulares y por mí perfecto porque odio cepillar mi fosco cabello.

Un día la madre de Wesley y Yaslin me dio un litro de leche de sus vacas y...


...con ayuda de Luis Carlos, hicimos dulce de leche. Enloqueció toda la familia con mi dulce de leche. Duró poco, muy poco…Todos se pasaban por la casa a meter la cucharita en el tarro.


También hice helado de fresa para todos y les invité a una carbonara que degustaron con gusto todos juntitos, porque aquí, salvo en los cumpleaños, no comen juntos, cada uno come cuando tiene hambre, básicamente.

He de decir que fue muy muy pero que muy complicado aprenderme todos esos nombres. Ya no sólo el hecho que eran muchas personas sino que eran raros en mi vocabulario. Entonces decidí, uno de los primeros días, hacer un árbol genealógico con los niños…


…para regalárselo a los abuelos.


Así cuando dudaba de algún nombre podía mirar allí.

Cuando no tenía que ir a la finca porque Corbert no me llamaba, Yaslin y Margy venían a mi cama para despertarme… Aquí el horario de levantarse son las seis de la mañana, pero porque a las 8 de la tarde todo el mundo (o casi todo el mundo) está en la cama…


…salvo la abuela. Pobrecita.


Se pasó tres noches sin poder dormir. Se la escuchaba llorar. Venían sus hijas, el abuelo se desvelaba… Decía que tenía como aburrimiento, depresión le llaman ellos. Normal… no hace nada en todo el día! La segunda noche que no pudo dormir me ofrecí a darla un masaje y relajarla. Hice que me hablara de su infancia  y lo que le gustaba hacer. Cuando iba al lago con la escuela o subía un cerro dónde hacía fresquito… Parecía que se quedaba dormida, pero le daban espasmos que le impedían descansar. Al final acabaron llevándola al psiquiatra. Con unas pastillas que la recetaron, la primera noche apenas durmió. Vino uno de sus hijos y me dijo que la llevaría a ver a un tipo con plantas medicinales. Le paré los pies, porque ella ya se está tomando unas pastillas y pensé que no era bueno que mezclara dos medicinas, por mucho que una fuese natural. Les dije que tuvieran paciencia y que las pastis no son milagrosas. La segunda noche con pastillas me la encontré llorando fuera, yo iba al baño. Estuve con ella un rato hablando hasta que la vi medio dormida y la llevé a la cama. Por fin la abuela durmió como un tronco esa noche. Pero las dos siguientes noches las pasó llorando y todo el mundo desvelado por ella. Se la volvieron a llevar. Con una terapia, dijeron que Doña Juana se recuperaría. El día antes de mi marcha vinieron muchos miembros de su familia. Vi a gente con guitarras y mujeres con trapos blancos en la cabeza en el corredor. Más por respeto que por vergüenza, no hice ninguna foto de aquello, sólo de una chiquilla que no pudo entrar en la habitación de la abuela. Todos estaban allí orando alrededor de la abuela, terminando con bonitas melodías con letras que hablaban de Dios. Tenían ritmo! Algunos hijos tampoco entraron y allí me quedé con Maricel hablando de religión y de lo que yo opinaba. Me escuchaba con curiosidad.


(Lo que digo a continuación es con todo el amor del mundo y con mucho respeto a todas las personas creyentes).

Un día se fue la luz y estábamos en la cocina con una vela encendida. No sé muy bien cuántas personas había, pero sí recuerdo que fue uno de los primeros días y de repente me hacen LA PREGUNTA que he estado intentando evitar. No sé quién fue… pero…”¿Belén, usted cree es Dios?”

En ese momento mi cerebro pensó: "si les digo que sí, a lo mejor me dejan en paz, pero…  ¿y si me preguntan más acerca de ello y no sé responder?" Así que preferí decirles la verdad.

La abuela y Audi empezaron hacer más preguntas: ”¿De dónde piensas que venimos entonces?” “¿A quién pides?” “¿No te das cuenta de las señales de Dios?”(...) Bueno, quería salir corriendo de allí…

He de decir que respeto todas las religiones. Pero la gente que cree en Dios también debería respetar a los no creyentes, y en cuanto una persona dice que no es creyente, no hay más que hablar ni convencer de nada. No quería seguir hablando acerca la evolución del ser humado y de la creación del planeta Tierra, así que me limité a escuchar, que tampoco viene mal saber sobre ello. Con el fuego de la vela, veía sus ojos y decían que si no creía iría al infierno junto con Satanás.

En medio de la conversación apareció el abuelo, Don Gerardo o popularmente conocido como Don Mercedes, creo que estuvo escuchando todo.


Se metió en la conversación sutilmente diciendo, en primer lugar, que a pesar de mis no creencias en la Biblia porque no me eduqué así, estoy a tiempo de convertirme. Desde ese momento, largas charlas sobre Dios me daba el abuelo. Me gustaba escucharle. La forma de hablar y de explicarse con multitud de ejemplos vividos por él. Pienso que él estaba intentando que, poco a poco, tuviera fe y esas cosas. Un día me encontré la Biblia en mi cama.


Leí el principio, hasta que llegué a la parte que dice que la mujer sería castigada con horribles partos y dolor todos los meses y que el hombre sería castigado con el sudor del duro trabajo, cuando Adán y Eva tomaron la fruta del árbol prohibido desobedeciendo la palabra de Dios. Ahí perdí un poco el interés, la verdad. Aun así el abuelo seguía y seguía citando párrafos enteros de memoria en cualquier momento que me pillara sola.

Me caía muy bien este señor. Es muy risueño y siempre decía: “Pronto cumpliré 89 para llegar a los 90” y se reía. Le prometí que volvería antes de sus 90 años con la Biblia leída, la antigua y la nueva.

Los abuelos y algunos hijos siempre estaban en el corredor cuando yo llegaba llena de barro hasta las orejas. 


Comiendo arepas.


El abuelo dulces por sus problemas de corazón y la abuela saladas, es diabética. Muchos de sus hijos también estaban y siempre hacían las mismas preguntas: que si me había encontrado un león, que si maté a alguna terciopelo, que cuántos árboles había sembrado...

No sólo los niños me taladraban con preguntas, sus padres también cuando nos sentábamos en el corredor en las mañanas o a la tarde. Me daba la sensación de que todos los días me preguntaban lo mismo. Me preguntaban sobre la comida, mis costumbres, idiomas, los países que he visto, cuándo me voy, cuánto tarda el avión, cuánto cuesta… Son 12 hermanos multiplicado por dos y sumándole los hijos… es muuucha gente…. No llegué a conocer a todos, pero sí a un 70%. Sobre todo este hombre, Tino, entre lo mucho que gritaba al hablar y la preguntita estrella de cuánto tarda el avión, me volvía loca.


En cambio este otro, Felix, era un majete, siempre que me veía me daba la mano y me decía: PURA VIDA!

Juan, un hermano del abuelo con algún problema mental, estuvo por allí los últimos días. Con la extraña manía de querer tocar a la gente. Cuando se levantaba de la silla todos, incluido niños, le decían: "Sentadito Juan, sen-ta-di-to y no toques".


Una tarde fui espectadora de la matanza de un pobre chancho por Melky y Elky, dos mellizos hijos de los abuelos.


Muy simpáticos, también.


Se reían de mi cara. Pobre cerdito, llorando. Es inteligente, sabía a lo que venía a la casa de los abuelos.


El día antes de marcharme fui con Margy y su madre en busca de una catarata que nunca encontramos porque el camino estaba muy alto y, a pesar de llevar machete, no fue posible chapear el camino. Aun así, fue un paseo agradable y precioso por los alrededores.


Ya en la casa de madera con cortinas rosas... (Margy enseñando su diario a Alisson).


...conocí al otro abuelo de Margy separando frijoles...


Esa misma noche me fui con los padres de Margy y el padre de Wesley y Yaslin a tomar algo. Decían que ya que no había conocido la catarata me podían llevar a tomar un "fresco". Nos subimos en la camioneta e íbamos de pie, agarrados en la parte de arriba mientras Melki conducía. La brisilla y algún que otro mosquito acabó en mi boca.

No olvido tampoco los bonitos paisajes que he vivido aquí...



Y atardeceres de fuego...



Y noches rosadas, con cielos estrellados dónde se podía ver la Vía Láctea...


A la mañana siguiente acompañé a los niños en la escuela. Me despedí de la familia, salvo de Ernesto, Yariela y Wesley que estaban haciendo recados desde el día anterior en otro lugar.


Me llevo muchos dibujos de los pequeños Wilas y...


...dejo un pedacito de mí en esta familia que me ha llenado de cariño y amor por todos los lados, siempre preocupados y pendientes de mi bienestar. Tengo por seguro que volveré a verles antes de que Yariela y el guapo de Farley sean padres, ambos con sus respectivas parejas algo lejos, y...



...antes de que el abuelo cumpla los 90.

Cuando me encuentre sobrevolando los cielos de Costa Rica... lanzaré una notita a la familia Fernández...


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El último día me quedé en un hostal cerca del aeropuerto, descansando y poniendo orden. Casualmente y nuevamente con una graciosa coincidencia en un hostal llamado Casa Maki acompañada...


...de dos conejitos entre mis pies mirandome intrigados...


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Ya estoy con la mochila, apunto de ir al aeropuerto.


Una mochila llena de recuerdos, de personas con las que he compartido mi viaje, mis caminos, con las que me he divertido, me han ayudado, escuchado y enseñado. Durante mi trayecto he conocido a gente formidable de la que me ha costado mucho despedirme y estoy segura que en el futuro volveré a ver. La mochila también está repleta de todo tipo de paisajes, emociones, animales y seres impresionantes que llevaré siempre en mi memoria a lo largo del tiempo.

Todo lo que quería hacer estos seis meses, que han pasado volando, lo he hecho y mucho más de lo que me esperaba porque... las barreras nos la ponemos nosotros. Nadie más. Todos los que habéis leído mis aventuras saben de lo que hablo. Un viaje enriquecedor sin lugar a dudas.

No tengo miedo por llegar y no tener trabajo. No me preocupa, encontraré uno. Este viaje me ha ayudado a ser mucho más independiente y segura de mí misma, más de lo que ya era. Se han abierto puertas en mi ser que nunca pensé que existieran. Tengo muchas ideas y posibles direcciones que tomar. Ahora sólo tengo que decidir que camino elegir.

He vencido barreras como la timidez y ser más lanzada a la hora de conocer gente. No me he sentido sola en ningún momento y cuando lo he estado es porque he querido. No he tenido miedo de viajar sola, de hecho, me ha parecido una experiencia inolvidable. He aprendido mucho sobre distintas culturas, sobre animales, plantas, cocina, he mejorado mucho a la hora de tomar fotos y de saber vivir con poco cargando lo indispensable en mi mochila de 20 litros y una pequeña con mi cositas electrónicas.

No tengo ganas de meterme en la rutina y ser NORMAL. Me ha gustado mucho vivir este tiempo sin apenas planes y dejándome llevar. En muchos sitios en los que he estado me han ofrecido trabajo sin ni si quiera pedirlo, por eso no tengo miedo.

Ahora no puedo pensar en lo que voy a hacer. Creo que quiero ser libre y seguir las señales del camino y de mi corazón. No quiero sentirme atrapada en ningún sitio. Unos son felices creando una familia, otros comprándose el último celular o coche. Yo soy feliz viajando y si trabajo es para gastarlo en volar los cielos buscando un nuevo lugar. No se necesita mucho dinero para viajar de mochilera si te lo montas bien.

Quiero seguir conociendo el planeta en el que vivimos antes de que sea demasiado tarde. Nadie sabe cuánto dura la vida, por eso hay que vivir como uno quiere y hacer lo que te haga feliz. No me gusta viajar deprisa. Necesito quedarme en los lugares lo suficiente para conocer bien todo. Tener a penas 30 días de vacaciones al año no es suficiente para mí.

Quiero seguir compartiendo más aventuras, conocer más culturas y personas, admirar animales, oler flores, escuchar el canto de las distintas aves, observar los cielos estrellados, los atardeceres y amaneceres, bucear en todos los mares...

CONTINUARÁ...