viernes, 23 de junio de 2017

Corn Islands-AZUL


Corn Islands (islas del Maíz) son dos islas situadas en el caribe nicaragüense a 70 km de la costa.  Big Corn Island tiene una superficie de 12.9 km2, mientras que Little Corn 2.9 km2, bastante pequeña con apenas 400 habitantes y dónde cortan la electricidad entre las seis de la mañana y la una de la tarde. Ambas separadas 13 km por un mar lleno de azules que te dejan hipnotizado.


Para llegar a estas islas paradisiacas tuve que coger un barco en el puerto de Bluefields a las 9 am. Una enorme fila se anteponía frente a mí y que apenas avanzaba. La señora que despachaba los billetes se lo tomaba con muuuucha calma.

El barco salió con retraso porque no solo es de pasajeros sino también de mercancías. Durante la espera, sentada ya en el barco, en la parte de fuera, junto a la salida, no paraba de entrar y salir gente: mujeres vendiendo sus panes endulzados, frescos o agua, y chicos cargando alimentos, bebidas, material de construcción y algún que otro electrodoméstico. No había muchos turistas, pude contar 6-7 personas, el resto locales.

El barco, finalmente, arrancó los motores.  Cinco horas observando el mar, el horizonte, siempre con la misma panorámica, sentada, disfrutando de la brisa, a veces de la lluvia y viendo cómo el color se iba transformando de un tono marrón a un azul intenso con algún que otro salto de delfín. Tiempo de reflexión, poco a poco, el viaje iba poniendo su fin y tengo que ir pensando en que tengo que poner los pies en el suelo. Pero mientras tanto no quiero agobiarme, estaba entrando en el purito paraíso.


Llegué a Big Corn Island, pero mi destino era Little Corn Island. Tuve que esperar la lancha que me llevaría hacia allá en un par de horas. En esa espera conocí a Jorge, un chico catalán que anda viajando gracias a una excedencia en su trabajo de casi 4 años. Me lo contaba como suerte la suya, contento. En ese tiempo ha viajado por todo el mundo y juntando sus anteriores viajes ha estado en más de 60 países.


Ya en la lancha, abarrotada de gente, tuvimos que esperar bajo un plástico hasta que pasara la poderosa lluvia para poder ir a la islita. Un viaje de una hora, horrible por el movimiento de las olas. La lancha saltaba cada vez más brusco. Fue bastante agobiante porque teníamos que ir sujetando ese plástico que nos protegía de la lluvia. Durante el camino estuve hablando con un chico pescador. Me contó que dos días más tarde iba a ir a alta mar para colocar como tres mil nasas (trampas para peces) para cazar langostas, la principal economía de la isla. Hasta hace como unos tres meses, creí entender, estaba en veda y no se podía pescar. Esas nasas olían fatal, las cubren con piel de vaca para atraer a las langostas.


Llegamos por fin al muelle de la islita.


Allí dónde conocimos a Joana con su cartelito para captar a la gente y llevarla al hostal dónde trabaja, Green House Hostel.


Muerta de hambre, cociné algo y me fui al Dive Shop para reservar el curso de buceo, regalo de mi tía Marisa por mi próximo cumpleaños. Alberto, el encargado de la tienda, me hizo rellenar los papeles en ese preciso instante y me dio los libros para que estudiase esa misma noche tres temas, ya que al día siguiente tenía tres buceos, todo muy rápido.

Cuando terminé el papeleo, allí estaba Charlene, una francesa de Normandía, que conocí en Masaya. Una química analítica viajera que pidió 8 meses sabáticos para poder viajar y pensar sobre su futuro y lo que realmente quiere, porque al igual que yo, está hecha un lío. Ella estaba en su primer día del curso de Advanced, justo lo que haría. Venía de su tercera inmersión contenta.

El hostal estaba animado en mi primera noche y yo estudiando, haciendo los ejercicios para el día siguiente. Estaba realmente cansada, pero tenía que esforzarme.

Durante el tiempo aquí hicimos un grupete de viajeros solitarios: Charlene, Jorge, Tommy de Sudáfrica, Sussy de Alemania y más tarde se unió un polaco. Con ellos estuve la mayor parte del tiempo de la semana, compartiendo una misma pasión que nos unió, el buceo.


La gente entraba y salía del hostal. Joana hablaba mucho, a veces, daba la sensación de que estaba un poco loca, pero era muy graciosa y simpática. Manejaba a tres chicas que trabajaban en el hostal limpiando.

A veces, cuando cocinaba, las chicas nuevas que entraban al hostal se acercaban para ver mis verduras. En la isla no hay mucha variedad y me hizo mucha gracia que la gente me preguntara dónde las había comprado. Hice muy bien en hacer una compra de supervivencia en Bluefields.


La verdad que no había escuchado maravillas de las camas de este lugar, pero como me quedaba más de tres noches Joana me dejó en una de las mejores, con un ventilador y la cama de debajo de la litera. Muyyyy cómoda, aunque la luz que entraba no me dejaba dormir y cuando a las 6 de la mañana se iba la luz, el calor te acababa por despertar... Dormía con Charlene y un chico que se la pasaba todo el día en la cama, solo salía por la noche y si eso. Joana le llamaba “el Tapado”.


El dueño del hostal, Iván, lleva aquí un mes y todavía no está muy habituado a la vida caribeña y se le ve un poco estresado con la gente local. Un canadiense que decidió empezar un negocio en este increíble lugar.

En cuanto el curso de buceo de dos días de duración y cinco inversiones ha sido espectacular. En cada inversión aprendí algo nuevo y mi instructor Remo fue muy simpático, un suizo que lleva en la isla desde septiembre después de mandar por culo su carrera en Suiza.


El primer día hice el buceo de profundidad, dónde aprendí las consecuencias y pautas para bucear profundo y, sobretodo, los efectos secundarios que pueden ocurrir. No fuimos más de 30 metros y yo no noté nada en especial, sólo que estuvimos buceando 20 min y no 50 min porque a mayor profundidad se consume más aire, así que a mí bucear a mucha profundidad no me gusta. Lo interesante es la vida marina que pueda haber, puesto que se encuentran otro tipo de peces.


Después de un pequeño descanso hice el siguiente buceo para aprender identificar y clasificar los distintos peces por familias, lo hice con Charlene.


En esta inversión fuimos a un lugar precioso dónde pudimos estar mucho tiempo bajo el agua buscando pececitos para luego, fuera del agua, con las tablas y el libro que llevábamos mientras buceábamos, pudiéramos hablar de ellos. Esta inversión fue de larga duración porque no buceamos muy profundo.




Y ese mismo día, hice el último buceo con una italiana que no superó, en su día, la inmersión con brújula. El uso de la brújula dentro del agua es complicado. Pensé que con mi orientación suspendería también. Hicimos una práctica fuera del agua para hacer lo mismo que dentro. Es una historia saber usar una brújula de esas. No sólo es saber dónde está la aguja que marca el norte, sino entender cómo funciona. No están fácil orientarse debajo del agua por la corriente y además puedes estar en un lugar en el que no tengas ninguna referencia natural, como la de las rocas o elementos varios y perder el rumbo totalmente. Hicimos dos ejercicios. En uno de ellos Remo nos señaló a una dirección y teníamos que nadar hacia esa dirección y volver, usando la brújula. El otro era hacer un cuadrado girando la brújula 90º. Ya digo que no es tan fácil como parece. En el mar hay mucho movimiento y es muy fácil desorientarse. Pero lo superé!!!


El segundo día hice la del control de la flotabilidad, algo muy importante  bajo el agua. Pienso que es algo esencial para bucear bien y ahorrar consumo de aire y no estar controlando tu posición con las manos. Un buen diver no usa las manos para bucear. Para esa inversión fuimos a practicar en una zona de arena haciendo diferentes pruebas como estar un minuto flotando sentada a un metro del suelo sin mucha oscilación, también quedarse flotando en vertical pero con la cabeza hacia el fondo, colocarse de rodillas en el fondo y subir y bajar controlando el movimiento con la respiración y por último pasar por una estructura cuadrada que flotaba en el agua boca abajo y boca arriba. Con esto dominado nos fuimos a bucear en una zona de cuevas, rocas y canales para aplicar lo aprendido. Me gustó mucho este buceo y contenta por mejorar y dominar mi flotabilidad bajo el agua.




La inmersión nocturna fue ese mismo día. A decir verdad, estaba un poco nerviosa. Era una de las inversiones que tanto estaba esperando. La hice con Tommy, Sussy y el polaco, además de otras personas. Nos equipamos y esperamos en el bote, en medio del mar, hasta que se hiciera de noche. Nos repartieron una linterna a cada uno y al agua patos.

Me resultó un poco agobiante que el grupo fuera tan grande y que estuviéramos todos apelotonados. Durante el buceo pude ver una morena verde, una tortuga que paso por encima de nuestras cabezas, muchas langostas y gambas, y peces nocturnos que tienes los ojos muy grandes. Intentaba hacer alguna foto pero era muy complicado. Tenía que estar con una mano sujetando la linterna y con la otra agarrando la cámara. Temía por mi vida. En una de estas selfies que me hago me choqué con una roca y ahí fue cuando decidí guardar la cámara.


Hubo un momento que el instructor nos indicó que nos sentáramos y tapáramos la luz de la linterna. Cuando estuvimos completamente a oscuras, todo el mar empezó a iluminarse. Collares de perlas flotando en el agua en todas las direcciones. Mirara a dónde mirase estaba rodeaba de esas líneas de luzcolgantes. No sentía tampoco la presencia de ninguno de mis compañeros, sólo la bioluminiscencia y yo, mágico. Diez o quizás quince minutos observando aquella belleza, con algunos otros seres bioluminiscentes que pasaban por delante de tus ojos, pequeños seres saltando de un lado a otro. Sólo decir que es la cosa más bonita que he visto en mi vida y el sentimiento de grandeza, de respeto hacia el mar que tantos secretos esconde.

Con este último buceo, superé mi curso de ADVANCED :-) junto a un nurseshark!



Pero aparte de bucear, en nuestro tiempo libre, dábamos tranquilos paseos por la isla...




...descubriendo playas preciosas, desiertas, de arena blanca con un azul impresionante típico del caribe…




...solo para nosotros...


… para descansar bajo la sombra de los cocoteros, con cuidado de nuestras cabezas...




...si teníamos sed, cogíamos un coco para beber, fácil...


Atardeceres rosados y tranquilos, sólo el sonido del mar...




Una tarde fui con Jorge a esta playa cubierta por un tipo hierba muy blandita..


...dónde andar por allí era un gustazo.


Sentir cómo tus pies se hundían en cada paso.


Uno de mis lugares favoritos sin duda.


Alguna noche la pasábamos jugando a las cartas con reglas bastante complicadas pero entretenidos los juegos. Bebiendo con la cáscara de mango un poco de ron caribeño para pasar el calor.


Otro día nos fuimos a un mirador. Me dio bastante miedo subir por esas escaleras oxidadas debido al paso del tiempo y las lluvias tropicales.


Pero una vez arriba, uno era capaz de ver toda la isla y sentir el fresquito de estar tan arriba. Se podía ver que la mayoría de árboles de la isla eran de mango.



La bajada no fue mejor...


Una mañana hicimos un tour de snorkeln.


Los fondos marinos son muy bonitos como era de esperar...



...llenos de vida y...




...color.




Pero nuestro guía era muy pesado. No paraba de molestar a los nursesharks (tiburón enfermera) y de ir muy rápido de un sitio para otro.


No estuvo mal, pero creo que lo hubiera disfrutado más sin guía. Al final del tour nos llevaron a una playa preciosa...


...dónde disfrutamos de un rico coco fresquito y de un refrescante baño con Sussy y Jorge.


Alguna noche salimos para tomar algo en los baretos de aquí, dónde todo el mundo se conoce y todo el mundo sabe lo que hace cada cual. En una isla tan pequeña, más pequeña que un pueblo, todos los nuevos somos observados.

En la despedida de Tommy cenamos rondón, un plato riquísimo típico de la zona del caribe. Consiste en una sopa hecha con leche de coco, pescado, langosta, gambas y diversos tubérculos. Exquisita, sabrosa y contundente. Satisfecha.


También dábamos paseítos por el pequeño pueblo, dónde las bicis eran las reinas..





...donde las casitas seguían teniendo esos colores…





...desgastados por el tiempo...


Bonitas flores…




Y verdes caminos para ir a las playas...


El último día en esta islita lo pasé un poco enferma, con mocos, ojos llorosos y dolor de garganta.


A pesar de ello fui a bucear con Charlene y Jorge, una última vez por la mañana a un sitio dónde, quizás, se podíamos ver tiburones martillo.


No vimos nada, salvo arena y rocas. No hubo mucha visibilidad, pero yo me sentía feliz dentro del agua. Flotando, respirando como si fuera pez, relajada y con la mente tranquila. 


A la vuelta del buceo, me quedé en el hostal recuperándome, todos se fueron a la playa, pero yo no me sentía como para estar debajo del sol con este trancazo y encima después de haber buceado. Estuve con las chicas que trabajan en la limpieza del hostal.


Me enseñaron algunas palabras en Miskito, uno de los idiomas que se hablan por aquí. Se lee tal cual se escribe!! Es muy gracioso el idioma, tiene cosas que se parecen al inglés.
Hola-naksa
Adios-aisabe
gracias-tinki pali,
¿cómo estás?-nakisma?
estoy bien, gracias-PAIN, tinki pali
¿cómo te llamas?-man ninam dia?
mi nombre es Belen-yank nini Belen

La gente de aquí me pareció más simpática que en otros lugares de Nicaragua. Supongo que es porque están más acostumbrados a los turistas. Una isla de 400 habitantes, alegre, paradisiaca… no hay malos rollos y todos viven en armonía con el sol y el mar.







Pasaron cinco días y llegó el día en dejar la islita para ir dos días en la grande con Jorge y Charlene. Fuimos a un bonito hostal situado en un lugar tranquilo y residencial de la isla, dónde Charlene ya había estado.



Fue abierto en febrero por dos chilenas, aunque sólo tuve el placer de conocer a una de ellas, Antonia, psicóloga.


Cosas de la vida las llevaron a crear este precioso lugar. La oportunidad les llegó cuando estaban viajando por estos lugares. Pero ellas no solo se conforman con tener solo un hostal, sino que también ayudan a gente de los alrededores y pretenden hacer talleres con mujeres, niños y jóvenes con problemas.

Un hermoso lugar con un bonito jardín y con buena energía.


Con una ducha en el jardín como las que a mí me gustan…


Y este era el lugar dónde dormíamos…


El primer día en la isla grande, Antonia nos recomendó ir a un lugar para comer.



Lo curioso de este sitio es que tenía un acuario “natural”.




No nos pareció muy bonito tener rocas puestas en la orilla de la playa y meter peces y peor aún tiburones.


El sitio era bonito, pero nos quedamos un poco locos con lo del acuario…

El segundo día no pintaba muy bien. Llovió bastante y nos costó encontrar un buen lugar para hacer snorkel porque el mar estaba picado. El paseo, aun así, fue muy bonito con sus playas azules…



Casitas de colores…







Esta sería la casita de mis sueños :-)


Y a veces paseábamos por la única calle que rodeaba a la isla...



Si no mirabas hacia el lado de la playa, en el otro podías encontrar humedales y otras bonitas vistas...




Después de tanto andar elegimos este lugar para hacer snorkel y tomar un poco el sol después de la lluvia…


Dónde hice esta tortuguita…


Cuando nos aburrimos de tanto sol, Charlene nos llevó a una preciosa y rica panadería que ella ya conocía dónde nos costó elegir que comernos….


Uno de los chicos que venía de vez en cuando al hostal, Chipi, nos vendió tres langostas…


…que usamos para preparar unos espaguetis al estilo viajero. Nuestra cena de despedida.


Al día siguiente nos separamos de Charlene, ella cogió un vuelo. Su viaje continuará en Ometepe. La echaré de menos. Una chica muy simpática con las mismas dudas que yo respecto al futuro. Ojalá nuestros caminos se vuelvan a cruzar con nuevas perspectivas.

Jorge y yo nos cogimos el barco, dónde pasé cinco horas en la parte de arriba, pensando, cantando, durmiendo, comiendo algún mango que me daban los militares... El sol me quemó enterita, se puede decir que es la vez que más me he quemado. Tengo toda la marca en las piernas. Pero no importa... estoy roja, pero FELIZ.


Hicimos noche en la casa de Cecilia, dónde me quedé la otra vez en mi parada en Bluefields. Al día siguiente nos cogeríamos un bus a Managua dónde me separaría de Jorge. Él iba a Granada y yo a León. Jorge muy buen chico. Con él hablé mucho de mi vida, de política (¿yo?) y de otras cosas. También le echaré de menos. Aún le queda más de medio año de viaje al tío...


Estos cinco días en Little Corn y dos en Big Corn Island conocí a gente maravillosa buceando, caminando, comiendo, bailando y sacando fotos. Conversaciones intensas y sentimientos compartidos con personas con las que te encuentras en el camino. Un tranquilo y precioso lugar, tanto por fuera como por dentro, que no olvidaré fácilmente.


1 comentario:

  1. Otra vez me dejas sin palabras, Belén.
    Esas vivencias, además de sinceras, auténticas, y ser toda una hermosa experiencia, hacen sentir la naturaleza que disfrutas...
    Me das envidia, pero poca....
    ¡¡¡ Bastimentos forever chucha !!!
    Paco

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