Atravesando fronteras
PANAMA-COSTA RICA
El paso a Costa Rica no fue tan duro como llegué a pensar.
En Bocas te vendían Shuttles por 37 dólares, sin contar las tasas, para llegar
a San José, capital de Costa Rica. Quise probar por mi cuenta, para ahorrarme
unos cuantos dólares. Cogí un taxibote a Almirante por 6 dólares, después me
hice amiga de uno que llevaba los shuttles y me dejó por 6 el viaje a Sixaola,
el paso fronterizo, dónde tuve que pagar 4 dólares para entrar al país.
No tuve problemas en ningún momento, ni me pidieron el
billete de avión de vuelta, cosa que aún no tengo. Cuando crucé el famoso
puente fronterizo de Sixaola a pie, un hombre que decía ser el que conducía el
bus a San José, quería que le diera 13 dólares para comprarme el billete de
bus, metiéndome de por medio a una chica que no entendía español y otras
historias que me estaba contando que no me encajaban. Decidí mirarle desafiante
y le dije que no necesitaba ayuda. Me dijo: “Pareces desconfiada”. Fui a darme
un paseo por los pequeños comercios para gastarme mis últimos dólares y cuando
fui a comprar el billete, costaba 12 y el hombre se cogía un bus, de nuevo,
para Panamá. Si le hubiera dado el dinero a ese supuesto conductor de bus, tendría
que haber pagado por dos.
La mayor parte del viaje, 6 horas, fui dormida. Al llegar al
último trayecto, abrí los ojos. Una hora atravesando el Parque Nacional de
Braulo Carrillo. Una carretera que transcurría por elevadas formaciones
selváticas que mis ojos, por más que miraba hacia arriba, no llegaba a ver el
fin. El verde de Costa Rica ya lo estaba disfrutando. Pura Vida.
Viajando a Santa
Teresa-Reserva Cabo Blanco
Nacho llegó por la noche y se me hizo raro verle ahí.
Blanquito y con su mochila, con ganas de empezar el viaje por Costa Rica.
Cenamos algo y nos dormimos pronto porque al día siguiente teníamos que
madrugar. En San José, no hay nada que hacer.
Fuimos a Santa Teresa, cogimos un bus de San José a Punta
Arenas y luego un ferry a Paquera y por último otra vez un bus super
local a Santa Teresa. El camino en ferry fue muy placentero, divisando el mar y
el seco paisaje de esta zona. El último bus fue un horror. Era de estos buses antiguos
y medio rotos. El camino estaba lleno de baches y fue todo un infierno saltando
en los asientos a 40 grados mientras
entraba todo el polvo del camino.
El hostal dónde nos quedamos, bastante agradable. Con sus
hamacas, un árbol genial que rodeaba gran parte del hostal, lagartos enormes,
un árbol de anacardo (curioso) y con una cocina amplia.
Dimos una vuelta por la
única calle que había. Era una nube de polvo, polvo y más polvo. Muchos quads,
motos, 4x4, haciendo únicamente que el polvo ascendiera hasta nuestras narices.
Santa Teresa es un lugar para surfistas. Fuimos por la tarde
a la playa para disfrutar de sus olas y ver la puesta de sol. Un lugar muy
tranquilo y entretenido para ver a la gente pasear, surfear y relajarte con el
sonido de las espumillas de las olas fuera de aquella nube de polvo.
Al día siguiente nos levantamos pronto y desayunamos como
los campeones. Ya teníamos alquiladas las bicis para irnos a la Reserva de Cabo
Blanco. Unos tres o cuatro kilómetros en bici hasta llegar a Malpaís, pueblo de
pesadores, dónde, antes de llegar, unos monos aulladores saltaron por encima de
nuestras cabezas.
Allí aparcamos las bicis y atravesamos el letrero que ponía
“Prohibido el paso” custodiado por un carroñero no identificado, al lado de la
Playa de los Suecos, a la cual volveríamos para descansar.
Nos adentramos por el camino. Un camino rodeado de palmeras
y árboles espectaculares. Anduvimos unas dos horas.
De repente, Nacho se puso
alerta. Escuchó un movimiento de ramas y buscó rápidamente la navaja. Nos
habían dicho que en ese parque había, por lo menos, un jaguar y un puma. Yo
estaba tranquila y de todas formas, si apareciese alguno de estos dos animales,
con una navaja suiza no nos íbamos a salvar. Nos acercamos más y más a ese
lugar y lo único que había era un oso hormiguero comiendo! Más adelante vimos
una ardilla, que se quedó paralizada al vernos.
Nos topamos con la caseta de los guardias que tuvimos que
bordear por la playa. Una preciosa oportunidad para ver el azul y refrescarnos.
Nos metimos por un camino super seco que
nos llevó a otra playa. Allí hicimos un descanso, dónde, como Adán y Eva, pero
sin serpiente y manzana, nos quedamos
tranquilamente sin miedo de que NADA ni NADIE pudiera aparecer.
Volvimos
deshaciendo el camino. La marea estaba más alta y acabamos mojándonos las botas
por esquivar la caseta de los guardas. Sin éxito porque nos pillaron y nos
advirtieron de que no volviéramos a colarnos en ningún sitio. Pura vida, no
estaban enfadados.
Llegamos dónde estaban aparcadas las bicis y pasamos unas
horas en la Playa de los Suecos. Una playa preciosa dónde el mar estaba un poco
revuelto, pero eso no le impidió a Nacho saltar olas. En una de estas yo me
estaba acercando a la orilla y me dijo que había visto un pez enorme, no sabía
si lo que vio fue un tiburón o una roca, pero vio algo.
A mí no me gusta estar
mucho en el agua si no es para bucear y en aquella playa no se podía, así que
me fui en busca de bichitos. Vi lagartos enormes tomando el sol, monos aulladores
observando desde los árboles y una garza
parda.
Volvimos al hostal, destrozados por el calor, sin agua,
quemados y hambrientos. Repusimos fuerzas y nos fuimos a pasar la tarde a la
playa para ver la puesta de sol. Una de las más bonitas que he visto, junto a
mi Maki.
A la mañana siguiente madrugamos para coger un bus, que iba
con bastante retraso, para llegar al Ferry. El conductor no paraba de decir: “Que
perdemos el ferry papito”. Conducía bastante rápido por aquella carretera
estrecha y llena de curvas. El busero y el capitán del ferry estaban en
contacto a cada minuto y el ferry no tenía intención de esperar. A falta de
medio minuto llegamos y pudimos embarcar todos, con bus incluido ¡pero por los
pelos!
De vuelta en San José, esperamos unas horitas, dónde nos encontraríamos con unos amigos de Nacho, para continuar con el viaje.
De vuelta en San José, esperamos unas horitas, dónde nos encontraríamos con unos amigos de Nacho, para continuar con el viaje.
Volcán Poas
En el aeropuerto aparecieron Yoyis y Elvira. Ellos ya
llevaban desde Enero de mochileros. Ferdi apareció un par de horas después, volaba desde Madrid.
Yoyis y Ferdi eran amigos de Nacho de las Rozas, de siempre y yo ya les conocía.
Con las prisas y sin saber muy bien dónde alquilar un coche, idea que no
compartía, cogimos el primero que nos ofrecieron. Parecía un buen coche que
posteriormente dio algún problemilla, pero Ferdi lo manejo estupendamente todo
el camino, un magnífico conductor de primera.
Ya era oscuro cuando nos pusimos en marcha, pero teníamos ganas de avanzar en el camino.
Pusimos la ruta hacia al Arenal. A los 15 minutos volvíamos a estar en el
aeropuerto, nos habíamos perdido. El GPS era una auténtica mierda. Así pues, decidimos
ir hacia el Volcán Poas que, en teoría, estaba más cerca, tardamos unas cuantas horas. El camino, estrecho y
sin apenas luz, se hizo un poco largo, esquivando perros y atravesando las montañas, el coche cada vez tiraba menos por los elevados caminos.
La temperatura iba siendo cada vez más fría y no sabíamos dónde íbamos a dormir. Con una aplicación que nos mostraron Elvira y Yoyis dimos con un parking dónde podíamos echar las tiendas de campaña. Ferdi nos trajo una. El dueño del bar nos dijo que podíamos poner las tiendas, pero que la noche iba a ser fría. Nos ofrecía una habitación por 8 dólares cada uno. Lo rechazamos por ahorrar. Fue una malísima idea.
La temperatura iba siendo cada vez más fría y no sabíamos dónde íbamos a dormir. Con una aplicación que nos mostraron Elvira y Yoyis dimos con un parking dónde podíamos echar las tiendas de campaña. Ferdi nos trajo una. El dueño del bar nos dijo que podíamos poner las tiendas, pero que la noche iba a ser fría. Nos ofrecía una habitación por 8 dólares cada uno. Lo rechazamos por ahorrar. Fue una malísima idea.
Yoyis y Elvira durmieron en su carpita, con sus esterillas y
saquitos calentitos. Nos dieron la opción de compartir parte de su material,
pero mejor que durmieran dos bien que cinco mal. Nacho, Ferdi y yo dormimos en
el coche. Desde esta noche formamos equipo. Ellos en el asiento del conductor y
copilo recostados y yo acurrucadita en el maletero. Fue una noche horrible para
nosotros. El frío y el poco espacio no nos dejaron descansar lo que nos
merecíamos. Recuerdo sólo un sueño, un atardecer rosado con árboles.
Podríamos haber pagado esos 8 dólares para descansar y tener
estas vistas espectaculares al levantarnos…
Desayunamos en la tienda de al lado y pudimos probar las
fresas y un queso típico de allí, palmito.
Nos pusimos en marcha para ir a conocer el Volcán Poas.
Estaba activo y las vistas fueron espectaculares, nunca vi algo parecido.
A los veinte minutos los vapores ya no dejaban ver el volcán.
Después anduvimos por un sendero dónde el musgo era el
protagonista. Un camino precioso, tranquilo y muy puro.
Al acabar con nuestra visita al volcán fuimos a conocer y
dar una vuelta al pueblecito que da nombre al volcán o el volcán da nombre al
pueblo: Poasito. Dedicado al cultivo de fresas y palmito. Un lugar con sus
encantos, su gente y sus ricas fresas con chocolate y leche condensada que me
regaló el chico de la tienda.
Arenal
Programamos el GPS para irnos al Arenal ese mismo día. El camino en coche,
pasando por los pueblecitos, fue muy entretenido y precioso.
Pasamos por uno
que me llamó la atención. Se llamaba Sarchi. Lo más popular de allí con las carretas
para bueyes, pintadas con detalle y muchos colores que servían, en sus tiempos,
para transportar el café del Valle Central hasta el puerto en la costa del
Pacífico. Aquí se encuentra la carreta más grande del mundo. De esto ya me
habló mi gran amigo Andreas cuando vio el dibujo que hice en Boquete.
Seguimos nuestra ruta, haciendo paradas técnicas cada poco
tiempo. No éramos capaces de avanzar más de 10 km sin parar para comprar algo
Ferdi conduciendo y yo de copilota, hablábamos sobre lo bonito que era este
camino. Intentaba sacar alguna fotillo a los hermosos paisajes desde la ventanilla del coche.
Llegamos al Arenal, en La Fortuna, en el momento perfecto
para disfrutar de las vistas al volcán, desde lo que sería nuestro lugar de
acampada.
Espectacular el Arenal y el atardecer rosado con el que había soñado exactamente la horrible noche del día anterior.
El camping no podía estar mejor situado. Tiramos las
tiendas sobre la mullido grama (césped) y para celebrar por lo bien que lo
habíamos hecho, Ferdi y Nacho, nos invitaron a una Barbacoa.
El camping tenía grill, fue un puntazo.
El camping tenía grill, fue un puntazo.
Esa noche dormí tan a gusto que ni me levanté para ver el
amanecer, por suerte estaba nublado.
Por esta zona hay muchas actividades que hacer: termas, ríos, rutas... Nosotros queríamos algo menos turístico y alternativo e intentamos ir a un lugar que nos aconsejó el guarda del camping: El Bosque de los niños eternos.
Nos adentramos por las montañas con el coche que no tenía demasiada fuerza. Un camino con bastantes curvas pero bonito, como siempre, eso nunca defrauda.
Vimos carteles de PELIGRO SERPIENTES. Mis compañeros empezaron a tener una risa nerviosa. Subimos y subimos cruzándonos con enormes camiones, cerca se estaba construyendo la central hidroeléctrica más grande de Costa Rica.
Cuando llegamos al punto dónde se empezaría el sendero el guarda del parque no estaba y el camino, que llevaba a unas supuestas termas, estaba cerrado por mantenimiento.
Fue un gran palo porque el camino fue largo y complicado y teníamos que volver. Allí no se podía hacer nada salvo andar por los caminos que llevaban a fincas privadas.
Y disfrutar de las grandiosas vistas.
Por suerte, ningún camino es en vano y allí pude observar una bella mariposa que no pude fotografiar. Se trata de la especie Danaus plexippus conocida mundialmente como la mariposa monarca. Pero esta especie costarricense no hace migraciones masivas como las que habitan en Canadá, Estados Unidos y México, es residente y posee algunas pequeñísimas diferencias en las alas con las otras. Tuve que coger una foto de internet.
Volvimos a la zona del volcán y debajo de un bonito puente que atravesaba un río, pudimos encontrar un lugar perfecto para acampar.
Nos dimos un baño en el río dónde Ferdi me enseñó sacar esta preciosa foto jugando con los tiempos de la cámara.
Por esta zona hay muchas actividades que hacer: termas, ríos, rutas... Nosotros queríamos algo menos turístico y alternativo e intentamos ir a un lugar que nos aconsejó el guarda del camping: El Bosque de los niños eternos.
Nos adentramos por las montañas con el coche que no tenía demasiada fuerza. Un camino con bastantes curvas pero bonito, como siempre, eso nunca defrauda.
Vimos carteles de PELIGRO SERPIENTES. Mis compañeros empezaron a tener una risa nerviosa. Subimos y subimos cruzándonos con enormes camiones, cerca se estaba construyendo la central hidroeléctrica más grande de Costa Rica.
Cuando llegamos al punto dónde se empezaría el sendero el guarda del parque no estaba y el camino, que llevaba a unas supuestas termas, estaba cerrado por mantenimiento.
Fue un gran palo porque el camino fue largo y complicado y teníamos que volver. Allí no se podía hacer nada salvo andar por los caminos que llevaban a fincas privadas.
Y disfrutar de las grandiosas vistas.
Por suerte, ningún camino es en vano y allí pude observar una bella mariposa que no pude fotografiar. Se trata de la especie Danaus plexippus conocida mundialmente como la mariposa monarca. Pero esta especie costarricense no hace migraciones masivas como las que habitan en Canadá, Estados Unidos y México, es residente y posee algunas pequeñísimas diferencias en las alas con las otras. Tuve que coger una foto de internet.
Volvimos a la zona del volcán y debajo de un bonito puente que atravesaba un río, pudimos encontrar un lugar perfecto para acampar.
Nos dimos un baño en el río dónde Ferdi me enseñó sacar esta preciosa foto jugando con los tiempos de la cámara.
Este camping estaba situado en la finca de un tico bastante
gracioso llamado Willerth que nos explicó cómo llegar a nuestro
próximo destino: Cahuita, por medio de un mapa bastante poco intuitivo, pero al hombre le hacía muchísima ilusión ayudarnos, así que, prestamos atención, entre risas, por el modo tan peculiar que daba la información.
El lugar era precioso y tranquilo. Allí estábamos solos, sin contar la multitud de animales que había.
Por el camino me encontré con una ranita bebé.
Tenía faisanes. Unas aves con millones de colores, coquetas y curiosas que posaban frente a mi cámara.
Pavos reales. Nunca vi ave tan bonita con tantos detalles. Hembra marrón, macho azul. La cabeza de esta bellísima ave me dejó con la boca abierta.
Gallinas y gallos de todo tipo, algunas con peluquín, otras denominadas de pijama brahmán y gallina guinea con puntos..
Gansos protectores y con cara de pocos amigos. No me dejaban acercarme.
Esa noche, Nacho y yo dormimos en una cama elástica y pudimos levantarnos con el sonido de los grillos y animalitos. No fue el mejor descanso, pero mereció la pena.
De vuelta en bus al pueblo comimos un platazo de arroz con
mariscos en el mismo lugar que el día anterior. Esta vez no lo comí lentamente.
Teníamos todos un hambre que daba calambre…., ellos se pidieron un café después de comer, yo opté por una piña colada,
Dimos un paseo por el pueblo...
Después de recuperarnos pusimos rumbo a Puerto Viejo dónde decidimos no pasar la noche, sino en Manzanillo, un lugar más tranquilo y alejado del jaleo que se cuece en el pueblo de al lado.
La segunda inmersión fue difícil. Había mucha corriente y el guía nos dijo que no nos podíamos separar del grupo porque nos podíamos ir muy lejos y tendríamos que suspender la inmersión así que Nacho y yo estuvimos toda la inmersión dados de la mano. En esta pudimos ver más tiburones, una larga morena y pececitos que les llevaba la corriente. La parada de seguridad de 3 minutos, antes de subir a la superficie, la hicimos Nacho y yo solos. Fue la primera vez que un guía nos deja hacerla solos. No me pareció correcto por las condiciones del mar y que mi profundímetro estaba roto, pero Nacho estaba a mi lado.
Una vez acabadas las inmersiones hicimos un picnic en una playa con todo el grupo. Estuvimos hablando con una alemana y una tica sobre el buceo.
El lugar era precioso y tranquilo. Allí estábamos solos, sin contar la multitud de animales que había.
Por el camino me encontré con una ranita bebé.
Tenía faisanes. Unas aves con millones de colores, coquetas y curiosas que posaban frente a mi cámara.
Pavos reales. Nunca vi ave tan bonita con tantos detalles. Hembra marrón, macho azul. La cabeza de esta bellísima ave me dejó con la boca abierta.
Gallinas y gallos de todo tipo, algunas con peluquín, otras denominadas de pijama brahmán y gallina guinea con puntos..
Gansos protectores y con cara de pocos amigos. No me dejaban acercarme.
Esa noche, Nacho y yo dormimos en una cama elástica y pudimos levantarnos con el sonido de los grillos y animalitos. No fue el mejor descanso, pero mereció la pena.
Cahuita
Pusimos rumbo a Cahuita, en el Caribe. Por el camino nos
paramos para comprar unas piñas y un fruto tropical con forma de vaina llamada
guama. Con sabor dulce que solo se come la pulpa. Riquisima.
El camino que, supuestamente, iba a ser de tres horas, fueron casi siete, nos perdimos muchísimas veces, las carreteras de este país son horribles y la explicación de Whilerm era catastrofal. Siempre fui partidaria del bus. A mitad de camino, Nacho empezó a ponerse nervioso porque no encontraba su cartera y su pasaporte. Nos paramos y buscamos. A un paso de llamar al hostal, por si se le había caído allí, la encontró en uno de sus múltiples bolsillos. Menos mal!!!
El camino que, supuestamente, iba a ser de tres horas, fueron casi siete, nos perdimos muchísimas veces, las carreteras de este país son horribles y la explicación de Whilerm era catastrofal. Siempre fui partidaria del bus. A mitad de camino, Nacho empezó a ponerse nervioso porque no encontraba su cartera y su pasaporte. Nos paramos y buscamos. A un paso de llamar al hostal, por si se le había caído allí, la encontró en uno de sus múltiples bolsillos. Menos mal!!!
Llegamos muertos de hambre a Cahuita y nos permitimos el
lujo de comernos un casado (arroz, frijoles, ensalda y patacones) con pescado. A los demás les duró 5 min. Yo disfruté
cada bocado.
Se nos hizo un poco tarde para ir a la playa y dimos un paseo por el pueblecito acabando en el hostal regentado por una señora holandesa bastante hippie. Nos quedamos allí pensando en lo que lo que haríamos al día siguiente mientras los mosquitos se alimentaban sin miedo alguno, de nuestra sangre.
Se nos hizo un poco tarde para ir a la playa y dimos un paseo por el pueblecito acabando en el hostal regentado por una señora holandesa bastante hippie. Nos quedamos allí pensando en lo que lo que haríamos al día siguiente mientras los mosquitos se alimentaban sin miedo alguno, de nuestra sangre.
Al día siguiente nos pusimos rápidamente en pie, no había
tiempo que perder. A las seis de la mañana estábamos en la entrada del Parque
Nacional de Cahuita para poder observar más vida animal.
Por la mañana y al atardecer, siempre se pueden observar más animalillos, esto es porque hace menos calor. Disfrutando de un precioso caminito bordeando la playa, cruzando un río de agua rojiza salada debido al manglis de la familia de los manglares que le da ese color cobrizo al agua.
En ocasiones, el sendero se metía en la jungla. Pudimos ver muchas ardillas, arañas descomunales, hermitaños, los favoritos de Nacho, algún caimán y tortuga tomando el sol, mariposas increíbles.,
También vimos la mariposa Morho Azul, sin duda, una realiza entre los lepidópteros. La he estado viendo durante mi viaje, pero nunca he podido tener el placer de fotografiarla. Su gran tamaño y color azul intenso, creo, que es una de las mariposas más bellas del planeta. Lamentablemente, pronto, en peligro de extinción por la atención de coleccionistas. Su nombre, Morpho, que significa cambiado o modificado, se debe a que su color es diferente al que realmente es. Su color no es debido a la pigmentación sino es de tipo estructural, lo que significa que el color azul brillante es el resultado de la disposición de las escamas y el reflejo de la luz en ellas. La foto no es buena, pero me vale. Quizás tenga otra ocasión. El problema, es que esta mariposa cuando se posa cierra las alas!
A mitad de camino hicimos una parada en la playa para descansar. Ferdi me dejó un polarizador para sacar fotos cuando hay mucha luz y pude sacar esta bonita foto de la playa. Con Ferdi aprendí muchas cosas sobre fotografía.
Por la mañana y al atardecer, siempre se pueden observar más animalillos, esto es porque hace menos calor. Disfrutando de un precioso caminito bordeando la playa, cruzando un río de agua rojiza salada debido al manglis de la familia de los manglares que le da ese color cobrizo al agua.
En ocasiones, el sendero se metía en la jungla. Pudimos ver muchas ardillas, arañas descomunales, hermitaños, los favoritos de Nacho, algún caimán y tortuga tomando el sol, mariposas increíbles.,
También vimos la mariposa Morho Azul, sin duda, una realiza entre los lepidópteros. La he estado viendo durante mi viaje, pero nunca he podido tener el placer de fotografiarla. Su gran tamaño y color azul intenso, creo, que es una de las mariposas más bellas del planeta. Lamentablemente, pronto, en peligro de extinción por la atención de coleccionistas. Su nombre, Morpho, que significa cambiado o modificado, se debe a que su color es diferente al que realmente es. Su color no es debido a la pigmentación sino es de tipo estructural, lo que significa que el color azul brillante es el resultado de la disposición de las escamas y el reflejo de la luz en ellas. La foto no es buena, pero me vale. Quizás tenga otra ocasión. El problema, es que esta mariposa cuando se posa cierra las alas!
A mitad de camino hicimos una parada en la playa para descansar. Ferdi me dejó un polarizador para sacar fotos cuando hay mucha luz y pude sacar esta bonita foto de la playa. Con Ferdi aprendí muchas cosas sobre fotografía.
También enseñé a Nacho a abrir un coco. Todos colaboraron
para abrirlo, tarea que no es fácil si no tienes un machete (o un martillo, en
mi caso).
Compartimos el agua y la carne la compartimos con los monos cariblancos que se acercaron a toda prisa al oír que estábamos rompiendo un coco. No son tontos. Es lo único que comimos desde el día anterior que nos comimos ese plato que tanto disfruté.
Durante los ocho kilómetros del recorrido yo me sentía débil, de mal humor, sofocada y no pude disfrutar tanto como otras veces.
Compartimos el agua y la carne la compartimos con los monos cariblancos que se acercaron a toda prisa al oír que estábamos rompiendo un coco. No son tontos. Es lo único que comimos desde el día anterior que nos comimos ese plato que tanto disfruté.
Durante los ocho kilómetros del recorrido yo me sentía débil, de mal humor, sofocada y no pude disfrutar tanto como otras veces.
Dimos un paseo por el pueblo...
Después de recuperarnos pusimos rumbo a Puerto Viejo dónde decidimos no pasar la noche, sino en Manzanillo, un lugar más tranquilo y alejado del jaleo que se cuece en el pueblo de al lado.
Manzanillo
Aquí encontramos un lugar dónde pasar la noche no muy ideal.
Los colchones estaban sobre cuatro tablas de madera y tuvimos que idearlas para
poder descansar lo mejor posible.
Al día siguiente nos fuimos a hacer una caminata desde la
playa de Manzanillo hasta Punta Mona. Fueron los ocho kilómetros más bonitos,
hasta el momento en Costa Rica. Inmersos en los bosques primarios del Refugio
Nacional de Vida Silvestre GANDOCA-MANZANILLO. Un paraíso biológico, cultural y
humano dónde pudimos disfrutar de un sendero precioso. Yo, por lo menos, lo
disfruté.
La primera parada la hicimos en un bonito mirador. Con
vistas a rocas que emergían del mar. Las olas saltaban haciendo espirales y se
podía sentir una brisilla que no venía mal, ya que los rayos del sol caribeños
estaban presentes. Para mi gusto, empezamos a andar muy tarde.
A pocos metros del mirador nos confundimos de camino, pero
fue una equivocación bastante acertada, porque allí pudimos disfrutar de una
playa preciosa. Con aguas de color verde esmeralda. El grupo se bañó mientras
tanto yo me quedé creando un instrumento para cazar langostas. Le pedí a un
indígena un hilo de pesca, con ello, con imaginación y con lo que me
enseñóCristo en Bastimentos, pude formar EL INSTRUMENTO. Tirando del hilo, el
círculo se cerraba. La idea era coger a la langosta desprevenida por la parte
de la cola y tirar. Aunque no las vimos, Nacho vio un cangrejo hércules
escondido entre las rocas. Me metí y con ayuda de Nacho asustándolo y Ferdi con
una bolsa lo pude coges con el invento. Una pareja se acercó curiosa y nos
regaló otra que habían cazado ellos. Ya teníamos cena!
Después de la cacería continuamos andando. Nos quedaban aún
dos tercios de camino. A mí no me importaba ni la distancia ni el sol. Estaba
disfrutando del paisaje. De la espesura del bosque, del sonido de los bichos, del
cantar de los pajaritos, de los olores. Muchas veces quedaba atrás, a veces me
unía al grupo para compartir las cosas que había aprendido de mi viaje sobre
los pájaros. Ya sabía identificar el cantar de algunos y gracias a eso pude ver
tucanes sobrevolando el cielo, difícil captarlos con la cámara.
Seguimos el sendero, en ocasiones, señalado por unas tiras
naranjas o con flechas, sin esas tiras hubiera sido imposible.
Atravesamos
caminos embarrados, estrechos, hubo alguna caída que otra. Vimos bastantes
arañas que construían sus casitas entre los árboles, eran gigantes con unos
colores impresionantes. Si no andabas con cuidado podías quedar atrapado en sus
hilos de seda de color amarillo, más fuertes que los otros.
Vi también una
pequeña araña rosa mimetizada con el color rosado de las hojas y una preciosa
mariposa negra.
Por el camino Nacho encontró una pequeña ranita, conocida
como blue jeans, porque su cuerpo es rojo y patas azules, aunque en esta
ocasión sus patitas no eran tan azules. Muy venenosa y del tamaño de una uña de
dedo pequeño.
Encontramos por fin el letrero de Punta Mona.
Me quedé con
Nacho viendo el jardín y observando a las oropéndolas que
tenían un sonido muy gracioso: glugligluglu. Ya las conocía de Panamá, aves negras con la cola amarilla. Un árbol
repleto de nidos con crías de estos pájaros que no paraban de revolotear
trayendo alimento.
Llegamos hasta la playa.
Por nuestra sorpresa estábamos metidos en una comunidad hippie Se
dedicaban a la permacultura, algo que le hubiera gustado mucho conocer a mi
queridísima amiga Ope. Aquí se podía acampar, hacer voluntariado que costaba
800 $ dos semanas dónde te enseñarían todo sobre plantas, árboles frutales,
compost… o simplemente hospedarse por 60$ con dos comidas y un tour por la
finca.
Esa tarde fui a dar una vuelta y dejarme llevar por el sonido y los
olores. Algunos árboles ya los conocía, otros no.
Había muchos monos aulladores. Uno de los chicos que llevaba
un par de años aquí nos explicó que aúllan sólo al amanecer y al atardecer, y
antes de que llueva o de un temblor.
Esa noche hicimos una fogata. Nacho intentó encender el
fuego con su pedernal. Al final, ya que la madera y la chasca, que recogimos
entre todos, estaba húmeda, tuvimos que hacer uso del mechero. Cocinamos los
cangrejos hércules, que con ayuda de un panameño los limpiamos y los partimos.
Un sabor intenso y riquísimo y mucho más porque lo habíamos cazado nosotros! El arroz dejó mucho que desear...
El grupo de al lado, una mezcla de colombianos, ticos y
nicas, estaban cazando un montón de marisco con red y manos. Este sale
por la noche y se puede cazar más fácilmente. Los niños pescaban y se paseaban
contentos con sus pececitos, también. Al final con tanto foco acabó viniendo la
policía desde el otro lado de la costa. Les regañaron y a nosotros nos metieron
también en el saco por haber hecho una hoguera. Nos contaron que como era época
de anidamiento, las tortugas se podían desorientar porque ellas se guían con la
luz de la luna. Luna a la que vimos emerger del horizonte, una luna naranja que
iba creciendo poco a poco hasta hacer desaparecer el cielo estrellado. Un buen
cambio,
Dormimos Nacho, Ferdi y yo en una tienda. Pasamos una noche
bastante calurosa y apretada. Acabé abriendo la tienda porque era imposible
dormir.
A la mañana siguiente, los tres nos fuimos a dar una vuelta por la
finca. Había casitas de madera dónde vivían los empleados y los voluntarios. Instalaciones
para hacer meditación, yoga, reuniones, un huerto, granja y seguimos pudiendo
disfrutar de ver más árboles y sentir los magníficos olores.
Cociné con el grupo de ticos y nicas de la noche anterior en
su fogata. Por no estar ocupando todo el espacio lo hice sola, también fui yo
la que lo pregunté. Así pues, pude, una
vez más, compartir, a parte de un fuego,
risas y costumbres con otras personas.
Nos quedamos unas horas, observando el mar, mientras venía
una lancha a buscarnos.
La lancha de Pepi, porque el día era gris y el camino
de vuelta iba a ser complicado y no íbamos preparados para ello. Un paseo
bonito de diez minutillos.
Esa noche cenamos en la soda (bar) de la familia de Pepi un
buen pescadito para culminar el día y dar por finalizado nuestro viaje juntos y celebrar con anticipación el cumpleaños de Ferdi.
Al día siguiente Nacho y yo nos fuimos con Ferdi a San José
en coche para despedirnos y continuar nuestro viaje. Llenos de picaduras por
las chinches que nos acompañaron durante el trayecto en coche.
Bahia Drake
Nacho y yo pasamos la noche en un hostal muy cuco en San
José, dónde pudimos descansar.
A la mañana siguiente cogimos un bus a las cinco
de la mañana que nos llevó a Palmar Norte en solo siete horas. El camino, prácticamente,
lo pasamos dormidos, aún teníamos sueño y cansancio acumulado. A veces, yo me
despertaba y podía observar por la ventana el paisaje. Estábamos sobre las
nubes. Las montañas intentaban ser bordeadas por las nubes: bosque nuboso. De nuevo cerraba los ojos, soñaba con delfines, despertaba y
veía otro paisaje iluminado por el sol, cerraba, soñaba con atardeceres,
despertaba y veía pueblecitos indígenas en las montañas… Así intercalando
paisajes y sueños llegamos a Palmar Norte dónde cogimos un taxi que nos llevó a
Sierpe, al embarcadero dónde los cocodrilos eran los dueños, en este caso, del
mar, para coger un bote hasta Bahia Drake, conocido como Agujitas.
Después de
gastarnos una barbaridad en transporte y ocho horas de trayecto llegamos al
destino TOP de Nacho. El dueño del hostal nos recogió en camioneta.
Pasamos la tarde en la playa con un Catalán y un Holandés
que conocimos en el hostal e hicimos una barbacoa sin más. Pasamos la mejor
noche, en cuanto confort se refiere, en la cama de este hostal. La mejor! Va por tí Ferdi!!!
A la mañana siguiente hicimos dos inversiones en la Isla del
Caño, un parque natural. A una hora en lancha de Bahía Drake.
Por el camino tuvimos la gran suerte de ir acompañados, parte del camino, por delfines. Me entraron ganas de tirarme... un sueño que tengo que cumplir en este viaje.
La primera inmersión fue espectacular. Buceamos con
tiburones de punta blanca, inofensivos, pero no dejaban de ser tiburones. Vimos
una tortuga gigante que por la emoción de ir tras ella la asusté y no pude
hacerla una foto. Vimos mantas y grandes bancos de peces. En uno me metí
dentro. Esa sensación de estar rodeada de peces me recordó a Tailandia.
El
paisaje marino era rocoso, nada que ver con el caribe y la visibilidad no era
la mejor, pero eso no nos impidió flotar y disfrutar en el agua. Disfruté de poder volver a
bucear con Nacho. El mejor compañero de buceo, siempre preocupado de que
fuéramos pegados y preguntándome constantemente cuánto aire me quedaba.
Antes de hacer la segunda inmersión, hicimos una parada en la
playa del Caño, para descansar. Ya que entre inmersiones se debe hacer una
pausa. Dimos un paseo por esta playa paradisiaca que no tiene nada que envidiar
a las playas del Caribe.La segunda inmersión fue difícil. Había mucha corriente y el guía nos dijo que no nos podíamos separar del grupo porque nos podíamos ir muy lejos y tendríamos que suspender la inmersión así que Nacho y yo estuvimos toda la inmersión dados de la mano. En esta pudimos ver más tiburones, una larga morena y pececitos que les llevaba la corriente. La parada de seguridad de 3 minutos, antes de subir a la superficie, la hicimos Nacho y yo solos. Fue la primera vez que un guía nos deja hacerla solos. No me pareció correcto por las condiciones del mar y que mi profundímetro estaba roto, pero Nacho estaba a mi lado.
Una vez acabadas las inmersiones hicimos un picnic en una playa con todo el grupo. Estuvimos hablando con una alemana y una tica sobre el buceo.
Ya, vuelta en tierra, quisimos explorar e hicimos un sendero
a lo largo de la costa. Un camino hermoso que nos regalaba Costa Rica una vez
más.
Pasamos puentes colgantes, caminos de bambú y árboles impresionantes.
Empezó a chispear y Nacho tenía más ganas de andar.
Yo no le iba a privar de
eso así que acabamos empapados de arriba abajo, pero felices. Nacho disfrutaba de la lluvia tropical y yo por verle a él contento.
Llegamos al hostal chorreando y
tuvimos que preparar la mochila pronto porque a la mañana siguiente cogimos un
bus a las cuatro de la mañana. Un camino de 10 horas, alternativo al de ida que
nos llevó a San José dónde pude tomar dos fotos de la capital con el móvil de
Nacho porque no me atrevía a sacar la cámara. Lo único bonito que vi de San José. No me gusta esta ciudad.
Pasamos la noche en Alajuela, la ciudad de al lado, dónde
comimos/cenamos en un restaurante en el que pudimos disfrutar de una comilona
costarricense en toda regla con postre y todo.
A la mañana siguiente dimos un paseo por Alajuela, preparamos las mochilas y hablamos de planes viajeros futuros :-)
Acompañé a Nacho al aeropuerto... Me dio mucha penita despedirme de él. Me hubiera gustado pasar más tiempo juntos, pero no nos podemos quejar. Lo hemos pasado muy bien!!!
Mañana pongo rumbo a Turrialba un lugar de montañas en el centro de Costa Rica...
"La felicidad es interior, no exterior, por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos"
Tuanis mae
ResponderEliminarLeída primera etapa
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