miércoles, 31 de mayo de 2017

Ometepe-FUEGO y AGUA


Después de un paso fronterizo bastante extraño, largo y cansado en Peñas Blancas (frontera entre Costa Rica y Nicaragua) pongo mis pies en Nicaragua el 6 de mayo.

Mi primer destino: Ometepe.

Ometepe significa, en lengua nahualt, dos (ome) montañas (tepe). Se encuentra en el Gran Lago de Nicaragua. Esta isla está constituida por dos volcanes: el Concepción, de fuego y aún activo de 1.610m y el Maderas, de agua y de 1.394m con un lago en su cráter. Mis principales objetivos, llegar a la cima de ambos!

Ometepe era/es conocido como un Oasis de Paz dónde los nicaragüenses huyeron para buscar tranquilidad y refugio durante los dos conflictos armados más recientes que han tenido lugar en Nicaragua: La revolución sandinista contra Somoza y la guerra civil de los ochenta de la Resistencia Nicaragüense contra el régimen sandinista.

Para llegar a este lugar tuve que coger un ferry en el muelle de San Jorge, en Rivas, trayecto que hice como una turis en carro-bici. El camino en Ferry, de apenas una hora y media, me regaló vistas espectaculares a lo que sería mi hogar durante, aproximadamente, un mes. Allí en el puerto un Martín Pescador me estaba esperando.


Por medio de workaway, la página de voluntariado que usé una vez para encontrar mi experiencia en el velero Bucanero en Panamá, contacté con Daniel, un chico inglés que un día compró un terreno para crear un lugar maravilloso llamado Finca la Magia.


Aquí pasé cuatro estupendas semanas rodeada de gente muy buena onda: Nati y Chelo, una pareja viajera de artistas dedicada al macramé y que viven en la finca por temporadas con su hija Libertad y su recién nacida Amaru. Una familia que vive feliz y conforme con lo que la naturaleza le aporta.

Chelo, nacido en Argentina, un excelente cocinero, conversador y padre.

Nati, de Costa Rica, una bonita persona a la cual cogí mucho cariño.


Libertad una niña de tres años, alegre y divertida,


Con mucha curiosidad hacia los bichos que rondaban en la finca y fan de Frozen. Cantaba la canciónde “libre” constantemente. Tendré la cancioncita en mi mente durante un largo tiempo.


Físicamente era muy parecida a mí cuando era pequeñita. Me lo pasé muy bien con ella.


Amaru de cuatro meses, una bebecita que está creciendo en un entorno lleno de amor. Yo no soy mucho de bebés, pero tuve a Amarucita muchas veces en mis brazos. Había feeling entre nosotras.


Jean-Pierre, Papitas, Pinta y Fusia son los guardianes de la finca.


Y el gato, sin nombre, cuida de que los ratones no escapen de sus garras y el que me pegó pulgas, creo. Estuve varios días con picaduras. Horrible. Unos días con ajo en el cuerpo y todo pasó a la normalidad.

A Daniel no le llegué a conocer tanto, se fue a los dos días de mi llegada de vacaciones a Europa. Estudió antropología y le gusta mucho coleccionar estas cositas. Algunas encontradas en la finca, otras fueron regalos de la gente de por aquí. En estas tierras se esconden civilizaciones antiguas.


Por aquí también estaban Lucia, Juan Carlo y Alex. Juan Carlo trabaja en el mantenimiento de la finca, con los árboles y huertos. Alex está construyendo una casa a la madre de Dan. Y Lucia, la mujer de Juan Carlo, está haciendo la suplencia de Delfa, una mujer que trabaja aquí, cocinando y poniendo orden.

Todas las construcciones de aquí fueron realizadas con amor y esfuerzo. Esta es la casa de Dan, con vistas al volcán Maderas.


La casita de bambú del padre de Dan…


La camper dónde duermen Chelo y Nati con sus niñas.


Y esta casita con dos habitaciones y un dormitorio, dónde dormía yo, acompañada de unas arañas patilargas inofensivas. Dormí abajo y luego en la habitación privada, mucho más cómoda pero acompañada de algún que otro aracrán que Chelo tuvo que matar. No me molestan los bichos, pero esos en especial sí…



También estuve acompañada de colmenas que he visto cómo se formaban día tras día...


Todas las habitaciones se usan de hospedaje. Durante mi tiempo aquí vinieron algunas personas, no muchas porque es temporada baja. Una pareja se marchó porque no eran muy amantes de los insectos. Otros, contentos, se quedaban disfrutando de este magnífico lugar.


Había una ducha, abierta, dónde te puedes refrescar rodeada de lindas mariposas. Era uno de mis lugares favoritos.





La finca llena de árboles, plantas y flores, dónde revoloteaban diversos tipos de mariposas.




Polillas preciosas con forma de cara…


Insectos espectaculares...


Saltamontes extraños…


Preciosas urracas que se comían las papayas!!!


Y orugas caminando, perezosas, hacia su metamorfosis…


Con atardeceres mágicos.


Y noches plagadas de esos seres luminiscentes, las luciérnagas, que no volaban a más de un metro…



…que estaban acompañadas por el croar de dos tipos de ranas. Había varios sonidos: “puipui”, “ñacaña”, “berebere”…


Así me quedaba dormida yo, escuchado a las ranitas, los geckos y grillos. Es uno de los mejores sitios dónde he dormido y no era por el colchón. Pienso que era la energía de este lugar, de paz y tranquilidad.

A veces salía a correr, bordeando el volcán, unos kilómetros...


 ...tratando de esquivar a las mariposas que se posaban en la fértil tierra.


Aquí los chanchos (cerdos) están por los caminos, así como las vacas, terneros, caballos y los escarabajos peloteros!



A los pocos días me acostumbré a ver esto cada vez que salía a dar un paseo.


Este monito cariblanca era mi vecino. Le rescataron, moribundo y casi ciego, de dudosa credibilidad.


Mis cometidos como voluntaria han sido muchos. No tenía una tarea establecida. He hecho muchas fotos para la página web de la finca, pero lo que más he hecho ha sido fregar, pero fregar mucho… Además he hecho unos letreros que faltaban en la finca.



.Té de tamarindo, flor de Jamaica y zacate (lemon grass).


Pancakes al fuego… Casi todo se cocinaba en la cocina de piedra.


Texturas...


He estado separando ajonjolí (sésamo) en una ocasión... grano a grano...


para el riquísimo pan que prepara Chelo.


También he aprendido a hacer granola (muesli) casera. Con avena, maníes, panela (caña de azúcar) y coco. Todo productos 100% naturales.


También he hecho helado, bizcocho y mermelada de calala (maracuyá, passion fruit). Los árboles de calala continuamente tiraban la fruta. Había un montón. Cada vez que una caía en el techo gritábamos: CALALA!!! Una vez Chelo recogió en un día más e 50. Aún así, todos los días había más de 20!


Chelo me enseñó a filetear pescado. Algo que nunca pensé hacer, pero está bien aprender, aunque el tema de quitarle los órganos no lo quise entender.


Riquísimo dulce de leche que aprendí a hacer acompañado de delicioso helado de calala que elaboré con paciencia.


He visto hacer queso crema, ricotta, yogurt con la leche que traía un señor a la finca todos los días. No sabían qué hacer con tanta leche y cogiendo la receta de leche frita en internet, cree una especie de pudding que comíamos a modo de monchis!

Aquí comí cosas riquísimas: Ravioli con tomate, espaguettis con pesto casero  haciendo la masa totalmente fresca o angelottis tres quesos. Alguna vez ayudé a Chelo a elaborar raviolis. Omelettes de verduras con queso, sopas, ensaladas de la huerta, pancakes con huevo, y los riquísimos y refrescantes smoothies de Nati.








He hecho mis pasitos con Jardinería. Preparé una tierra plagada de malas hierbas y sembré, con ayuda de Nati un montón de cosas.


A pesar de estar rozando el invierno en Nicaragua, bochornoso con lluvias y tormentas eléctricas que a veces nos dejaban más incomunicados de lo que estábamos, nunca viví un cielo tan eléctrico como éste. Pero las condiciones climatológicas no me impidieron hacer alguna que otra excursión ya que, normalmente, el tiempo empeoraba por las tardes.


Un día Alex me llevó a la Cascada de San Ramón, pero no por el camino convencional.  Fue uno de los senderos más arriesgados que he hecho en mi viaje. Tan complicado me pareció que saqué cuatro fotos. Tenía que tener las manos libres para agarrarme a las ramas, raíces y aguantar mis múltiples tropiezos. Alex iba abriendo el camino con su machete.


Aquí se encuentra el lugar de almacenamiento del agua para el pueblo. Con las tormentas, las tuberías se rompían y el pueblo quedaba sin agua algún día. Parece que está cerca, pero el camino en la loma del volcán Maderas, nos demoró seis horas.


Íbamos siguiendo “el sedero” de la estrecha tubería, conocido por muy pocos. Después de haber pasado lo que yo creía, la parte más complicada, vino un estrecho caminito. Yo, agarrada con lo que me encontraba a mi lado derecho, a veces, echaba una mirada sobre mi hombro izquierdo… Un paso en falso, un resbalón importuno y me podría despeñar. Mis piernas temblaban en ocasiones y Alex, preocupado, me preguntó un par de veces si quería continuar. Me hizo un palo a modo de bastón que rechacé. Me sentía más segura con las manos libres.

Cabezota, le decía que quería seguir ¿Qué dificultades me seguiría encontrando?

Dejamos nuestras zapatillas a la orilla del río para seguir andando a lo largo de él. Descalza y clavándome todas las rocas que había. El camino se hacía más complicado y pesado.
Pensé que lo peor ya lo habíamos pasado y que ya habíamos llegado, pero Alex dejó su machete a un lado para bajar una pared vertical paralela al  salto de agua de unos 4 metros. Alex bajó primero y me decía dónde poner los pies y manos. No me podía caer bajo ningún concepto.

Prueba superada, pero seguimos andando por el río. Alex sacó una cuerda amarilla que miré asustada. Me dijo que valdría la pena ver la caída de la cascada desde ese punto, que a eso habíamos ido. Así pues la agarró a un tronco y bajamos.

A decir verdad el lugar me impresionó bastante. Yo con la cuerda siempre agarrada, me asomaba para ver cómo caía el agua. Era imposible ver toda la caía  porque habría que bajar más y Alex, AHÍ, dijo que eso sería peligroso Así que allí nos quedamos poco más de media hora, disfrutando del agua fresca y limpia que emanaba de las montañas.


Alex rompió su camiseta para hacerme unos calcetines para que no me hiciera daño en la vuelta. Se nos hizo de noche bastante pronto, pero la parte más peligrosa la cruzamos con luz.

Como todo el camino era, ahora, bastante inclinado para bajar de pie, decidí bajar sentada, arrastrándome, arañándome y rozándome con plantas tipo ortigas pero más salvajes… en fin, así era más seguro.

Siempre las bajadas se hacen más cortas, la gravedad estaba a nuestro favor. Cuando el sol se escondió tuvimos que caminar durante una hora y media, sólo, con la luz de los móviles. Yo iba detrás y se me ocurrió apagar la luz.  Todo el bosque estaba lleno, pero lleno de luciérnagas. Las luciérnagas de aquí no sobrepasaban el medio metro de altura y se podían ver cómo los puntitos parpadeaban por toda la extensión del bosque. Todo el camino plagado de lucecitas… Una de las cosas más bonitas que he visto y he disfrutado. Valió la pena la excursión, a pesar de que llegué llena de barro, arañazos y sarpullidos.

Otro día me fui sola, por el camino señalado, hacia la cascada de San Ramón, en el volcán Maderas. Un camino precioso en el que pude hacer más fotitos.


El camino de 3 km fue bastante agotador, por la inclinación y por el calor que hizo. Sudaba y sudaba a gota gorda por los caminos.


Por suerte, de vez en cuando, los árboles me regalaban sombras dónde podía descansar.




El sonido del riachuelo me indicaba que estaba cerca de la cascada y me encontré caminando por él. 


Ante mí, vi la cascada de 180m de alto y pensé en el otro día, cuando estuve ahí arriba sujetándome con una cuerda amarilla. Muy loco…

De una me metí en el agua fresca y limpia. Me sentó de maravilla. Allí me quedé cogiendo fuerzas para la bajada.


La vuelta fue muy fresquita y mucho más rápida. No tardé ni la mitad de lo que tardé en la ida. Chispeaba, pero se agradecía.



Otra excursión que hice con Alex fue coger un Kayak y recorrer parte del río Istián. Digo parte porque aún está demasiado seco para cruzarlo por completo.


Este día fue bastante caluroso. Cada uno iba con su kayak y yo iba, tranquilamente, admirando el precioso paisaje con vistas al Volcán Concepción, pensando que algún día de estos lo escalaría.


Por el camino encontré una construcción, de algo que no sabía muy bien que era, sin acabar.


También se podían observar estas estructuras de piedra, dónde las familias (mujeres) lavan sus ropas.


Alex se confundió de camino y dimos bastante vuelta. Pero al fin encontramos el estrecho río. Un río marrón con muchísimos renacuajos.


El camino, sin apenas sombras, fue muy bonito.


Esperaba poder ver caimanes, pero en lugar de eso pude ver tortugas negras de río tomando el sol.


Dos clases de garza, la azul y la pechiscastaña.


Una pareja de garrapatero pisquiestriado / Tijo.


Cuando nuestro kayak no podía seguir avanzando descansamos un rato bajo la sombra de un árbol para proseguir el largo camino de vuelta.


Allí a lo lejos vi una Ceiba, un árbol que ya he estado viendo por aquí, el cual me gusta bastante por su forma y tronco.


Al llegar nos tomamos una cerveza refrescante nica y comimos algo.


Después fuimos al Ojo de Agua. Un lugar bastante popular. Fuimos caminando hasta el lugar dónde me encontré un ternerito muy bonito.


El Ojo de Agua es un manantial, cuyo agua procede del volcán Maderas y que continuamente se está regenerando.


Por ser agua volcánica es rica en potasio, magnesio, calcio, azufre y sodio, lo que le proporciona magníficas propiedades para el cuerpo y el alma. Los nicas dicen que es un agua rejuvenecedora.


Estuvimos relajados bajo la sombra de la selva tropical.



A la vuelta paramos por la Playa de Santo Domingo. El cielo rosado, reflejado en el mar en calma con la silueta del volcán Concepción, el gran volcán, imponente me estaba esperando.



Toda esta excursión no hubiera sido posible sin la moto de Alex. Caminos llenos de colores, gente, olores, chanchos, vacas, terneros, perros, pollos rosas, amarillos, marrones y negros, flores y a la noche, luciérnagas. Guauuuuu!!!

Nunca más volvimos a hacer otra excursión juntos...

Llegó el día en que subí al volcán Maderas, el que es un poco menos alto. Como reto personal lo quise hacer sola. Cosa que nadie de aquí te recomienda. Me informé bastante sobre los guías y por internet. Hay gente que lo ha hecho sola sin ningún problema, otra que se ha perdido al subir, otra al bajar, otra gente desaparecida unos días… Así pues, sopesándolo mucho, tomé esa decisión.

Cogí el único autobús que pasa por aquí, el de las 5am. Un camino de una hora con la música a todo trapo y el conductor tocando la bocina para avisar de que pasaba. Me dejó en Santa Cruz dónde tuve que caminar 4km para entrar por el sendero oficial que hay en la Finca Magdalena.


El tiempo no era el mejor, pero agradecí que no hubiera sol. Al comienzo del camino me encontré con un petroglifo (una piedra tallada por antiguas civilizaciones).


Seguí avanzando y los paisajes iban cambiando a lo largo del tiempo y el espacio. Me tomé mi tiempo en andar y tomar fotos tranquilamente. Era la primera en subir.


No había mucha vida animal, excepto la de los monos congos (aulladores) y…


…unas cigarras bastante impresionantes y grandes que hacía un molesto ruido para los oídos.


Y, en parte de los caminos, había estas flores con forma de beso.


Hormigas zompopa recolectando su alimento...


Al llegar a la cima no pude ver el lago por la gran cantidad de niebla. Una lástima, pero el reto estaba medio conseguido. Ahora me faltaba volver.


No fue una sorpresa que me perdiera a la vuelta. Me confundí solamente una vez por un camino que no debía haber tomado, pero fui rápida al darme cuenta y tomé la dirección correcta. Intentaba hacer memoria a cada paso que daba e iba, esta vez, por el camino correcto. Era toda una amazonas!


Pasé por este túnel natural, creado por las raíces de los árboles, una vez más.


Y esta vez encontré unas vistas espectaculares del volcán Concepción, mi próximo objetivo.


Ya estaba cerca del final y tuve muchísimos resbalones y caídas, pero eso no me impidió disfrutas de esta magnífica ruta. A la vuelta tuve que ir corriendo a coger el bus a 4km, con mis pies doloridos de la caminata de unas 7 horas, sin apenas pausa. Llegué destrozada y llena de barro hasta las orejas. Este bus no me dejó nada cerca de la finca y no me imaginaba andar ni un metro más. Un chico me ofreció por 3 dólares llevarme en moto. Así fue, disfruté del camino en moto. Ese día dormí como un tronco, pero tuve agujetas 3 días. Ahora tenía que coger fuerzas para el siguiente volcán, mi siguiente reto!

Subir el Volcán Concepción no fue tarea fácil. Para ello tuve que conseguir un guía porque éste no podía hacerlo sola. Se me pasó por la cabeza, pero recapacité…

Mi guía (no me acuerdo del nombre), un hombre de 58 años, el cual ha subido, con ésta, 70 veces, me recogió en Santa Cruz a las 6 de la mañana y fuimos en moto hasta la entrada, en Los Ramos.

A las 6 y media comenzamos a subir por caminos de piedras volcánicas y el guía, a 4 metros de mí, andaba bastante rápido. Intenté seguir su paso, pero a los 10 minutos le sugerí que anduviera más lento. Yo no tenía ninguna prisa y quería disfrutar del camino y sacar alguna foto. Me dijo que hay gente que lo sube en 3 horas si son buenos, en 3 y media si son regulares y en 4 si son malos, la bajada suele ser media hora menos de lo que se tarda al subir.  Esto me sorprendió ya que, según he leído, la gente demora en total 9 a 13 horas. Nada que ver!

Iba caminando a mi paso y el guía al suyo, aunque a veces le tocaba esperarme. Me pareció un poco aburrido ya que apenas me daba conversación, salvo alguna gracia que hacía o en las 2 pausas que hicimos.

A la media hora de camino pude observar el Volcán Maderas. Allí estuve yo, en la cima!


Y una hora después, a lo lejos la Charca Verde.


Fue justo a la hora y media, sudadísima y super cansada, cuando se me pasó por la cabeza abandonar.


El camino estaba siendo bastante difícil. Tenía mucho calor. Pero me armé de valor para continuar!!

No me podía perder los paisajes cambiantes del volcán, eran fascinantes: húmedos, volcánicos, selváticos, nubosos, frondosos, rocosos...


Y los caminos atravesados peligrosos, resbaladizos, arenosos, con ramas…


Así como alguna florecita silvestre.


La espesura desapareció por momentos y pude disfrutar de una brisa que me vino muy bien para deshacerme de ese calor húmedo. Por suerte, el sol estaba escondido. No me quería imaginar esto con sol.

Dos horas y media caminando, según los cálculos del guía, quedaban una hora y media más. La inclinación se hacía cada vez más pronunciada y se podía apreciar el olor a azufre. Cada vez había menos vida…

Señal de que estábamos cerca. La señal era la del paisaje rocoso con una inclinación bárbara. Aquí ni sendero ni nada, a escalar! El guía parecía que andaba sobre nubes. Yo con mis pies y manos sobre el suelo me dirigía al cráter, casi exhausta y con ganas de coronar la cima!

Allí ya estaba el guía sentado, como si nada. Me quedaban escasos metros para llegar al cráter, no podía creerlo, reto conseguido!



Me asomé, con cuidado, y por el humo no pude ver gran cosa hasta que se despejó y pude ver el fondo. Super!! Ahora sí, lo conseguí. Veinte minutillos de descanso, por las 4 horas de subida.


Haciendo equilibrios por las piedras algo se posó en mi cuello y con un manotazo me lo quité. Una abeja rencorosa me picó la punta del dedo anular que me lo dejó morcilla durante un par de días. Qué dolor! Además, justo entre el dedo anular y el corazón, un día me encontré una pequeña garrapata queriéndome chupar mi sangre amada por los zancudos de la zona.

La bajada fue muy divertida. Cogimos, en una parte, otro camino más corto, por el cual no se puede subir. Eran ríos de arena en la que te hundes. Con la inclinación bajamos casi como esquiando. A todo trapo llegamos a dos horas de la salida.


El último tramo, más animada y menos cansada, colgándome de las ramas como mono, pude terminar el volcán en 7 horas y media, 7 km y medio. No creo que esté nada mal!


Casi al final del camino me encontré esta pequeña oruguita colgada en mitad del camino.


En Ometepe se celebra una ultra-maratón anual que consiste en recorrerse la isla, en función de los niveles. La más bruta es subirse a los dos volcanes con obstáculos entre medias, como andar en kayak, bici, cortando troncos, y llevarlos como se te ocurra a los puntos indicados. No me puedo imaginar subirme los dos volcanes en un mismo día corriendo…Esto ocurrió poco antes de mi llegada a la isla. El torneo se llama FUEGO y AGUA. http://fuegoyagua.org/nicaragua/#survival-run-nicaragua

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Mañana me marcho de este precioso lugar, Ometepe, dónde se respira paz y tranquilidad, dónde el tiempo parece que se detiene. Un lugar que me ha regalado tanto para mis sentidos y dónde he vivido casi un mes con esta bonita familia que me ha enseñado muchísimas cosas. Echaré de menos la finca. Agradezco a Chelo y a Nati todo lo compartido y les deseo lo mejor para la vida con sus pequeñitas, Libertad y Amaru, a las que he cogido un cariño especial. Os voy a echar de menos!


Ahora tengo un mes en el que viajaré libremente por Nicaragua, sin un plan en concreto... :-)